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CAPÍTULO 0: “CONFESIÓN”

Nunca supe en qué momento dejé de investigar un caso y empecé a seguirla.
Para algunos, es una cantante de antros. Para mí, un enigma que me arrastra.


Mientras más la observé, más me hundí en ella. Y ahora me desvelo pensando en la forma en que prende un cigarrillo, en cómo se saca de encima a un hombre en un bar, en cómo se ríe con la amiga aunque por dentro esté rota. Y también, en sus crímenes.
Me cuesta admitir que mientras más la persigo, más siento que ella me mira a mí, y solo pensarlo me avergüenza.

Y entonces llegó esa noche. Ella, sola en el bar, sin sus secuaces, bebía alcohol y jugaba con fuego entre las manos de hombres desconocidos. Quise irrumpir, arrancársela de las manos como si fuera mía. Me contuve. Se fueron, quedó sola. Volví a sentir el enorme impulso de acercarme. Antes apareció Cicerón, que nunca la dejó. Yo tampoco la puedo dejar. Nunca me imaginé que podría tener tanto en común con un delincuente. Qué decadencia la mía…

Convencerme de lo correcto fue un segundo, el segundo más largo de mi vida. Ella es una criminal, me repetía. Y entonces di la orden: la música golpeando en mi pecho como latidos desesperados, disparos, sirenas.

Mientras ellos la protegían como un tesoro, ella gritó:
—¡Que disparen, pero que me miren a los ojos!

Me estremeció. Yo avancé como una sombra y por fin la tuve enfrente.
Pudo haberme disparado y no lo hizo.
Me miró fijo, sonrió apenas y dijo:
—Ya nos volveremos a ver. Andate.

Y yo un hombre que nunca retrocede… obedecí.

CAPÍTULO 1: “LA BANDA DE LOS CUATRO”

Expediente Olave

Miguel Olave
Ex Policía Federal bonaerense

Caso: La Banda de los Cuatro
Inicio de investigación: 21 de Octubre, 1972 (Notas, desgrabaciones y recopilación de información)

3 de Octubre, 1972 – Recorte de prensa
La Nación

CRECE EL CRIMEN ORGANIZADO EN LA CAPITAL

Enfrentamiento entre dos bandas delictivas el pasado 1º de Octubre en la zona de Constitución.
La Policía informó de cinco arrestos y se presume que al menos cuatro personas más estuvieron involucradas en un asalto millonario al Banco Río de la calle Bartolomé Mitre. Vecinos denunciaron disparos cerca de las 2 de la madrugada.
Fuentes ligadas a la policía bonaerense señalan la presencia de una mujer joven que sería la líder de los prófugos.

1º de Octubre, 04:00 hs – Comisaría 11, Constitución

Los miembros de la familia Juárez fueron detenidos con pruebas de robo y organización delictiva.
El menor del clan, conocido como
Peter, ofreció testimonio acusando a un grupo rival: “Los Cuatro”.
Según su confesión, la banda estaría comandada por una mujer apodada
La Jefa, de la cual brindó detalles fragmentarios. (Información brindada por la Policía)

Desarrollo de integrantes: La Banda de los Cuatro

(Compilación con notas de Fabricio López y Patricio Vega + registros policiales)


Julieta “La Jefa”

  • Edad estimada: 30 años

  • Alias conocidos: Julieta Deangelis / Julieta Bardott

  • Dato llamativo: No se encontraron documentos oficiales que confirmen identidad.

  • Vinculada al Teatro Latinaje, propiedad de Michelle “Mamá” Bonillo Páez.

  • Sin antecedentes

  • Señalada en informes de la Comisaría 11 como posible líder de Los Cuatro, tras el asalto al Banco Río por el criminal Peter Juarez.

  • Descripcion: Ojos oscuros, pelo negro, unos 1,60 mts de alto, esbelta de unos 60 kg. Suele llevar pelo suelto, usa ropa oscura.

Pablo Martínez – “Palito”

  • Edad: 28 años

  • Alias: Palito.

  • Detenido en tres ocasiones por riñas en bares de La Boca y San Telmo; liberado en menos de 48 hs en todas las ocasiones.

  • Frecuenta el Restaurante Don Tulio y el cabaret Latinaje.

  • Popular en la zona, fácil de rastrear. Según Vega, se lo vió realizando cobros y traslados de dinero en efectivo.

  • Descripción:

Marco Perotti – “Cicerón”

  • Edad: 33 años

  • Alias: Cicerón.

  • Figura como propietario de una pequeña fábrica de licores en Barracas heredada de su padre.

  • Vicente Perotti, su padre, arrestado en 1962 por lavado de dinero; cumplió 6 años de condena en Devoto. Falleció en 1969, un año después de salir, a causa de una enfermedad.

  • Marco mantiene bajo perfil, raramente se lo ve en bares.

  • López apunta a que maneja vínculos con el contrabando de alcohol y vehículos sustraídos. Sin pruebas.

  • La policía sospecha que en el galpón de la licorera se realizan reuniones, pero no existen pruebas para ingresar.


Iván Maldonado – “El Cuervo”

  • Edad: 24 años

  • Alias: Cuervo.

  • Detenido en 1970 por tenencia de estupefacientes; liberado en 24 hs.

  • Registros policiales lo vinculan a episodios de violencia no esclarecidos en Constitución.

  • Vega recogió testimonios que lo ubican como protector de prostitutas en la calle Olazábal.

  • López lo describe como “presencia constante” en los movimientos de La Jefa.


Anotación:

Todos cuentan con antecedentes menores, sin condenas firmes.
Las liberaciones rápidas sugieren protección externa y contactos de peso.
Ningún registro oficial los vincula aún a grandes atracos, aunque las pruebas circunstanciales apuntan a la organización de hechos mayores desde 1971.

Diario de Olave - 20 de Octubre, 1972

En el último encuentro de muchachos escuché hablar del caso del Banco.
Quizás fue el whisky, o esas especulaciones absurdas que siempre surgen cuando corren las botellas, pero me quedó dando vueltas la idea: ¿será cierto que en la Capital anda una banda liderada por una mujer?

Hoy lo único que tengo es resaca. Me arrepiento un poco de haberme ofrecido a seguir el asunto; estoy viejo y cansado. Pero algo me picó cuando el viejo Rodríguez insinuó que “ya no se esclarecen estos casos como en tu época, Migue”. La cana está toda comprada, dijo. Y lo peor es que creo que no se equivoca. En este clima nadie distingue si un banco lo asaltan guerrilleros para abastecer su causa o ladrones clásicos. Y la yuta aprovecha el desorden para arreglarse con quien paga mejor.

Con lo poderoso que es Rodriguez, y con los favores que le debo, sería una desatención no darle una mano. La cosa le trajo consecuencias graves a él y a la gerencia del banco.
Y quién dice… capaz hasta me divierto un poco. Necesito excusas para salir de mis libros, mis habanos y el whisky.

Vega y López andan entusiasmados. Creo que son los indicados para ayudarme a conseguir información, como en los viejos tiempos.
Cuántos desgraciados hicimos caer juntos… vaya uno a saber si alguien se acuerda de todo eso.

Voy a desempolvar los trucos. Con un poco de suerte, en poco tiempo le encontraremos la vuelta y quizá en unas semanas estemos festejando con alguna de esas botellas importadas que trae el viejo Rodríguez de Europa, esas que tanto disfruto.

12 de Octubre de 1972. Buenos Aires. Argentina

Foto de la boda en el diario La Nación, sección sociales, con Julieta vestida de blanco al lado de Esteban Walsh.

Información recopilada:

Julieta contrajo matrimonio con Esteban Walsh el día 9 de Octubre de 1972 en la Parroquia Exaltación de la Cruz en Capilla del Señor, Buenos Aires con una ceremonia íntima. Según los informes de Lopez sus invitados fueron personas del círculo de la familia Walsh.

El oficial a cargo de la comisaría de la localidad, Comisario Perez de 43 años, se mostró reticente a las preguntas de Lopez sobre los Walsh, lo que indica que es un apellido con peso y respetado.

No se encontró ninguna conexión de la familia con organizaciones delictivas ni movimientos fiscales sospechosos de la empresa o de los integrantes de la familia.

Se consiguió registro parroquial de la boda pero no se encontró nada en el registro civil / dato llamativo.  

En el registro parroquial sólo se puede leer “Esteban y Julieta de 31 y 30 años, casados ante Dios por el Padre Rossini”.

(fragmento de registro parroquial)

Anotaciones:

  • Objetivo principal: conseguir información fehaciente de Julieta, documentación y datos informales para reconstruir su identidad.
  • Esteban Walsh. 31 años
  • Heredero de la segunda empresa metalúrgica más grande del país, Industrias Walsh S.A. Exportan a todo sudamérica y buscan expandirse.
  • Madre y padre fallecidos.
  • Dos hermanos mellizos Viviana y Francisco Walsh residen en los Estados Unidos y se dedican a establecer relaciones comerciales para la empresa familiar.

Anotación: Según datos recopilados por mis informantes, Esteban mantiene un perfil serio y se dedica a los negocios familiares desde el fallecimiento de sus padres, ocupando la mayor parte de su tiempo en ello. Conoció a Julieta en abril, cuando fue invitado por un importante cliente al local donde ella trabajaba y presenció uno de los espectáculos. Desde entonces comenzaron a frecuentarse: él solía esperarla a la salida del Latinaje y se retiraban juntos.

No se ha constatado vínculo alguno entre Esteban y personas del entorno directo de Julieta.

Diario de Olave 21 de Octubre, 1972

Me sorprende cómo todavía López no dio con datos más certeros sobre la muchacha. Me refiero a documentación que confirme quién es en verdad. Tenemos algunos detalles sueltos, pero nada que la ubique con claridad. Es extraño, llamativo. Quizás ni siquiera sea la mujer que buscamos. Quizás el zopenco de los Juárez sembró una pista equivocada. No lo sé. No hay nada que me moleste más que un botón. Y Rodríguez tiene razón: ya ni los delincuentes son como en mi época.

Julieta… es una chica que se ve, ¿cómo decirlo?, libre. Lo que me sorprende es que el menor de los Walsh se haya mezclado con alguien tan distinta a lo que una familia como la suya podría pretender. Por pura curiosidad, me gustaría saber si se le opusieron. Apostaría que sí. Pero con los padres fallecidos, supongo que ya no hay tanta presión. Los padres ricos son como una pesadilla constante, y al final los hijos terminan por hacer lo contrario a lo que les imponen. Típico.

Lo que más me llama la atención es que el casamiento se efectuó muy poco después del inicio de las investigaciones oficiales sobre el caso del Banco. Hoy se lo comenté a Stella —cada día me soporta menos, pero al menos me escucha—. Me dijo que seguramente sea casualidad, que las chicas de ese ambiente siempre buscan salir de la vida “impura” y que es imposible que una sin educación pueda controlar a tantos matones. Yo le respondí que no sabemos realmente qué tipo de mujer es. Entonces me retrucó que es “una putilla de cabaret”, que deje de fantasear, que lo que busco es divertirme en ese antro.

Aunque esboce una sonrisa de lo ridículo que fue lo que dijo, me molestó su hipocresía. Hablar de impureza mientras se acuesta con su amante en mis narices, mientras yo me desvelo leyendo y bebiendo. ¿Para qué insiste en sostener la farsa, si sabe que yo ya lo sé? Cada día está más amargada. No se divorcia porque su madre la mataría. O quizás ella mataría a su madre si se lo insinuara… aunque la vieja lleva diez años “por morir” y ahí sigue.

Hice silencio, como siempre. La dejé descargar su frustración, porque pienso que una mujer siempre ayuda a entender a otra mujer. Aunque esta piba, Julieta, no se ve que tenga nada que ver con Stellita. Quien sabe.

En fin, la cosa se pone buena. Quizás deba ir a ver algún show de ese barsucho, el Latinaje, y así entender un poco más. Quizás invite a Stella, aunque seguro me diga que no.

CAPÍTULO 2: “BAR Y TEATRO LATINAJE”

Revista Espectáculo del Siglo
Agosto, 1972 – Sección Espectáculos

Por: Victoria Gomez

ELENA, la nueva voz que enamora a Buenos Aires

Era un 13 de septiembre cuando, recorriendo la noche porteña en busca de nuevos talentos, me encontré con una visión inesperada en el pequeño escenario del bar y teatro Latinaje. Una mujer de porte angelical, envuelta en un vestido blanco que rozaba el piso, parecía brillar bajo la luz que la iluminaba. No pude evitar interrumpir la conversación en la que estaba: todo en esa imagen reclamaba atención. Y entonces llegó lo más sorprendente: cuando abrió la boca para cantar “Sabor a mí”, la noche entera se transformó.

Nacida en Venezuela y radicada en Buenos Aires desde hace más de quince años, Elena Bonillo irrumpe con brillo propio en la escena musical porteña. Dueña de una voz cálida y envolvente, y de una presencia que hechiza desde el primer instante, dio sus primeros pasos en el modesto Teatro Latinaje, en la calle Reconquista, en El Bajo, donde cada fin de semana conquista al público con boleros, rancheras y guarachas.

Alta, de piernas largas y andar distinguido, Elena suma a su talento un carisma natural que se impone tanto en el escenario como fuera de él. Entre canción y canción, se dirige al público con un acento venezolano dulcemente aporteñado, mezcla que arranca sonrisas y crea una complicidad inmediata con quienes la escuchan.

Hoy, su nombre comienza a resonar con fuerza en la legendaria calle Corrientes como invitada especial en espectáculos y revistas de la avenida más luminosa de la ciudad. La crítica ya la reconoce como una promesa ineludible: esta misma revista señaló que, con el apoyo adecuado, Elena “podría convertirse en una nueva Estela Raval”.

La visitamos en su hogar, donde nos recibió con sencillez.
“Llegué junto a mi mamá a esta enorme y hermosa ciudad siendo apenas una niña. Al principio vivíamos en una pieza en una vecindad humilde, que para mí tenía la calidez de un hogar. Mi madre actuaba y cantaba y yo la acompañé a todos sus trabajos lo que me enseñó muchísimo. Ella es mi referente, trabajó hasta conseguir nuestro propio lugar y eso me parece muy inspirador. Por eso Latinaje significa tanto para mi y aunque saltara a la fama jamás dejaría de cantar aqui”. Nos cuenta.

Ese lugar del que Elena habla es hoy uno de los más concurridos de la zona para los amantes de la música y el arte. Ella nos confiesa:

“Ese lugar es mi casa, tanto literal como emocionalmente. Y también la de muchas otras. Por eso escucharás que todos le dicen ‘mamá’ a mi madre: porque siempre fue generosa y protectora. Me enseñó que había que acompañar a otras mujeres que llegaban de afuera con sueños o con heridas, tal como llegamos nosotras. Hoy tenemos un hermoso grupo de artistas al que tengo el gusto de llamar familia.”

Elena habla con entusiasmo y orgullo de su particular vida e infancia:

“Me pasaba los días tocando el piano, cantando y escribiendo canciones con mi hermana. Ayudábamos a las actrices con sus vestidos, y nos dejaban usar plumas y lentejuelas para jugar en el escenario. Nos enseñaron a bailar, a actuar, a cantar y a leer poesía. La gente suele juzgar a las artistas, pero la mayoría son agradecidas y saben dar mucho amor. Yo crecí entre bambalinas, y mi sueño siempre fue vivir felizmente de mi vocación.”

Rubia, de cabello suelto hasta la cintura, elegante en sus modales y con una sonrisa que ilumina cada respuesta, Elena Bonillo acaba de cumplir 29 años y sueña con llevar su música al mundo. Siente añoranza por Venezuela y espera algún día volver a visitarla, y por qué no, de la mano de la música. Pero por ahora, su vida transcurre en Buenos Aires.

Para coronar con grandes noticias, la joven y futura estrella nos compartió con entusiasmo que está grabando su primer long play:

“Es un momento muy significativo y hermoso. Grabar mis primeras canciones y poder quedar inmortalizada es un sueño hecho realidad.”

Sobre sus aspiraciones, Elena no duda:

“Quiero llegar al Teatro Colón y también estar en el cine. Me gustan mucho las películas, me encantaría hacer una.”

Finalizamos la entrevista con un suspiro de satisfacción y la certeza de que sus anhelos no tardarán en hacerse realidad. Y a vos, lector, te dejamos una invitación imperdible: acercate los sábados, domingos y lunes al Teatro Latinaje, en Reconquista entre Av. Corrientes y Lavalle, y sé testigo del nacimiento de una voz destinada a brillar en los grandes escenarios del mundo.

Elena: la voz que nació en Venezuela y hoy conquista Buenos Aires.


28 de Octubre, 1972

Investigación de campo por Patricio Vega, colaborador en la causa “La banda de los 4”.

Nombre: Michelle “Mamá” Bonillo Páez
Nacionalidad: Venezolana
Ocupación: Dueña del Teatro Latinaje
Vínculos: Madre de Elena Bonillo (cantante del mismo teatro)

Fundación del Teatro-Bar Latinaje

La propiedad, ubicada en El Bajo, figura documentada desde 1957 como adquirida por Michelle Bonillo Páez, inmigrante venezolana llegada a Buenos Aires en 1955, presuntamente por persecución política durante el régimen de Pérez Jiménez.

El local pertenecía a José Osorio, fallecido en circunstancias dudosas; su viuda lo vendió a bajo costo. Desde entonces funciona como teatro de revista y bar, con números musicales y espectáculos menores, frecuentado por artistas nocturnos, poetas y clientes del puerto.

Testimonios reunidos por López indican que Michelle prohíbe la presencia de proxenetas y brinda protección a las trabajadoras. En el lugar residen varias extranjeras —venezolanas, cubanas y ecuatorianas—, algunas con asilo temporal. Radicadas en Argentina por diferentes razones.

El acceso principal se encuentra en calle Reconquista: a la derecha el bar, al fondo el escenario; detrás, los camarines y la vivienda de Michelle junto a su hija Elena y donde residió por 14 años Julieta.

Dato relevante: Testimonios sugieren que Michelle podría haber otorgado su apellido a Julieta, lo que abre una línea de investigación sobre su verdadera identidad. Se recomienda ampliar la búsqueda en el registro civil de la zona.

Nombre: Elena Bonillo Páez
Edad: 29 años
Alias: ninguno registrado
Vínculos: Hija de Michelle “Mamá” Bonillo Páez

Antecedentes:

  • Nacionalidad: venezolana.
  • Ingresó al país en 1955, con 12 años, junto a su madre.
  • Sin registros de padre o tutor legal en documentación consultada.

Actividad:

  • Criada en el Teatro Latinaje.
  • Escolaridad completa
  • Figura y artística principal del teatro
  • Sin antecedentes policiales.

Anotaciones: Elena es descrita como una mujer tranquila, dedicada a la música y a la familia. Se registró un breve vínculo con Dante Sorrento, acusado de apuestas ilegales y tenencia de armas de fuego, posteriormente fugado del país. Siendo el único elemento que la vincula al mundo criminal.

Elena y Julieta son muy cercanas, siempre presentadas como hermanas. Desde los 14 años de Elena y los 15 de Julieta —época en que Latinaje inicia su actividad— Michelle le otorga trabajo y asilo a Julieta y, poco después, la adopta como hija.

Elena y Julieta se desarrollaron artísticamente y trabajaron en Latinaje tanto en el escenario como en otras áreas: mantenimiento, atención al público, entre otras.

Diario Personal de Olave - 5 de Noviembre, 1972

Tuve que ir  a conocer ese lugar y todavía sigo sorprendido con el encanto de esa muchacha. Jamás imaginé que en un sitio como ese podía encontrar algo tan delicado como Elena.

Cuando terminó la función, enviamos a un colaborador a hacerse pasar por admirador y, con la excusa del recorte periodístico, preguntarle por su hermana. No dejo de pensar en que fuimos demasiado confiados: de lejos, con ese vestido blanco y la luz que la envolvía, parecía pura inocencia, un ángel.

Pero apenas escuchó la pregunta y el error del imbécil, pronunciar el nombre de Julieta, cambió la cara. Sonrió, sí, pero enseguida levantó la mirada y barrió el teatro con los ojos y una expresión de animal que ha oído ruidos de asechanzas. Me sentí incomodo y me escondí detrás del vaso de whisky, agradeciendo haberme puesto traje para la ocasión, esperando que no me notara. Aunque dudo ¿cómo podría? ¿Será posible? En ese instante lo supe: Julieta es la mujer que busco. La misma de la historia de los Juárez. No me quedan dudas.

Estoy intranquilo. Siento que la investigación hasta ahora ha sido llevada con demasiada ligereza, como si fuera un pasatiempo. Y es que lo era. ¿La subestime? La mirada de su hermana Elena me grita que sí. Quizás deba aceptar que mis mejores años se han ido, como dice Stella y dejar el caso. Aunque confieso que cada vez que ella dice eso, es como si me impulsara aún más a seguir adentrándome en esta novelita.

El tipo que le habló dice que Elena fue encantadora; que le contestó que su hermana vive lejos y feliz y que, ahí mismo, con elegancia, cambió de tema. Hasta le preguntó si le había gustado el show y lo invitó a volver. Yo la vi después, sentándose al lado de Cicerón como si nada. Esperé unos segundos a que él se volteara, pero no lo hizo. Eso capturó aún más mi atención. Algo me dice que están preparados.

Por precaución, decidimos no acercarnos más y, ni tan rápido ni tan lento, optamos por retirarnos. Más tarde nos reunimos en mi oficina para conversar sobre cómo proceder.

Vega parecía asustado y le pregunté si todo estaba bien. Había quedado pensativo desde que salimos del bar. Me animé a insistir, porque si bien los tres estábamos intranquilos, en él se notaba más. “me miró mientras cantaba, justo cuando decía - yo ya sé no sabes nada de la calle y muchos menos del amor- y me parece que te lo tenia que mencionar” Lo desestimé enseguida, para no darle más vueltas. Le aseguré que esas cosas son meras casualidades, que no se dejara llevar por fantasías. Pero, en mi mente, recé para que no se le hubieran notado los nervios.

Las mujeres artistas tienen un don: el de hacernos creer lo que ellas quieran. Y los hombres, a su vez, tenemos otro: el de caer más rápido que un ratón en una trampa con queso.

Aun así, pese a lo que le dije, en el fondo me quedó la duda.

Lopez me dijo que todavía nada, que no tiene más información sobre mi sospechosa. Solo se lo ve salir a Walsh de la mansión en la que viven a las afueras de la capital.

Sigo inquieto por lo sucedido, me va a costar dormir esta noche también. Quizás termino este trago y pongo un Serrat en el winco hasta quedarme dormido.

Decadente y solitario, me dice Stella cuando pasa odiosamente por la puerta entreabierta de mi estudio. ¿Cómo discutir lo que es tan cierto?.

CAPÍTULO 3: “PALITO”

7 de Noviembre

Llamada interceptada entre Palito y Cicerón — información obtenida mediante intervención del centro telefónico.

Palito: Hola, hermano… .

Cicerón: Hola, ¿qué pasó?…

Palito: Nada… quiero saber que hacés vos. Hace varios días que no te veo.

Cicerón: ¿Estás en pedo boludo?

Palito: Si… ¡estoy borracho, loco! ¡como joroban! Uno no puede ser libre de hacer con su vida lo que quiere.

Cicerón: Las cosas no están para que te andes regalando.

Palito: Estoy triste, loco…

Cicerón: …Deberías aprender a entenderla.

Palito: Mirá el tiempo que pasó y no sabemos nada, ¿si le pasó algo? tengo una bronca… Solo Elena me escucha. Ustedes son unos pecho frío, loco. Quiero saber como está… No supe qué carajo hacer. Elena le dijo que no se vaya, pero la otra es así, vos sabés… mierda, no la entiendo, hermano.

Cicerón: Andá a dormir

Palito: ¡Mierda! ¡Tampoco te entiendo a vos, la puta madre! ¿Cómo se te ocurre no aparecer más ese día, dejarla ir así? Ni siquiera sé quién mierda es ese Esteban. No le rompí la jeta porque el marica ni se bajó del auto.

Cicerón: Dónde está el Cuervo…

Palito: No sé. Ese estúpido también… Estoy enojado, le dije que vaya a buscar qué carajo hacer con su vida. Vení a lo de Tulio.

Cicerón: Tengo cosas que hacer. Portate bien.

Colaborador encubierto a las 18:00 hs del sábado 7 de Septiembre

Restaurant de Don Tulio.

Sábado 7 de Noviembre, 18:00 hs
Lugar:
Restaurante Don Tulio (esquina Brandsen y Olavarría)

El contacto se estableció con el dueño del local, visto en la vereda fumando un cigarro.
Origen: italiano.

El restaurante mantiene carácter barrial, reconocido por la calidad de sus pastas.

Antecedente: en 1989, el local cobró notoriedad cuando allí mismo fue detenido “Diamante” Ferrari, traficante de armas. El hecho elevó la popularidad del restaurante, que hoy goza de reputación entre vecinos y clientes ocasionales.

Nota marginal: El dueño aparenta trato cordial, lo noto relajado y no le interesa no haberme visto nunca debido a que el flujo constante de clientes durante la semana es elevado y los fines de semana colocan mesas adicionales en la vereda, lo que facilita la presencia de desconocidos sin levantar sospechas. Es evidente que ha tenido mucho contacto con integrantes de organizaciones delictivas.

Agente: Qué tipo carismático ese Palito, lo conocí el otro día en un bar.

Tulio: ¡Ahhh, sí! Macanudo el petiso, tutti lo quieren, eh. ¿Tenés fuego, pibe?

Agente: Claro… Yo conocí a la hermana de él, creo. Una morocha que canta muy bien. Le quise llevar unas flores el otro día y me dijeron que ya no vive acá.

Tulio: Ahhh… capaz decís Julieta. No son fratelli, pero casi. Se criaron juntos, viste. Ahora anda medio borrada y al petiso lo veo triste, bajoneado. Dice que se fue con un hombre… ¡que hasta se casó, mamma mía!

Agente: ¡No me digas! La pucha…

Tulio: (ríe) ¡Hombre! Mirá vos… nadie pensaba que esa ragazza iba a casarse. Es brava, ehhh. Hasta yo me sorprendí. Vos no debés ser de este barrio, pero yo siempre pensé que iba a terminar con alguno de los muchachos de la barra.

Agente: Muchachos… ¿dirá pandilleros? Algo sé, pero no me parecía cosa tan seria. No soy de juzgar.

Tulio: Jajaja… io tampoco. No voy a andar señalando. Los pibes con ambiciones siempre buscan subir. Esa chica vino varias veces acá: de lejos tiene carácter, pero cuando te habla… boccato di cardinale.

Agente: Quizás se casó para dejar la vida que llevaba.

Tulio: Mmm… non so, non credo. A ella la cuidaban bien. No sé si será cierto lo del banco, y tampoco me interesa. Lo único que sé es que un giorno va a volver. Esa no deja a su gente para siempre.

Agente: Usted sabrá. Yo solo los veo pasar… parecen buena gente ese Palito y la muchacha. A los demás, ni de vista.

Tulio: Ecco! Esos dos se conocen de chicos y cargan con una historia brava, muy difícil. Bueno… que tenga un buen día.

Para mi sorpresa una persona desde una mesa, específicamente una mujer oía mi conversación con Tulio.

Mujer: Usted muchacho debe saber, que no basta con venir y preguntar sobre una mujer atractiva para que la gente de la zona le diga cómo acceder a ella

Agente: Disculpe? No era mi intención…

Mujer: Una chica como Julieta, jamás se fijaría en alguien como usted.

Agente: Cómo podría estar usted tan segura de eso…

Mujer: Porque ella sabe reconocer a los que sienten curiosidad sobre ella y su mundo. Y porque aquí protegemos a las chicas que conocemos. Ella ya no está por estos lados, pero si estuviese, su impertinencia le hubiese traído un gran lío.

Agente: me disculpo si ofendí de alguna forma a usted o…

Mujer: Si si… esta bien. No es para tanto. Sepa recibir una advertencia amigable.

Agente: Buenas noches señora.

Mujer: Que tenga usted muy buenas noches

Diario de Olave 7 de Noviembre, 1972

¿Será que vivo en una burbuja o en estos últimos tiempos las mujeres han cobrado un valor que antes no veía? En mis años de servicio casi no me crucé con muchas. Recuerdo a esa mujer que quiso alistarse en la Policía. Se llamaba Raquel y tenía demasiadas buenas intenciones para un mundo tan hostil como este.

Reconocí perfectamente a la madre de Marco Pierotti: elegante pero discreta. Le habló al agente Sosa sin siquiera mirarlo. Admito que eso me dejó un poco más tranquilo, dadas las últimas circunstancias en las que la desprolijidad casi nos cuesta un lío bárbaro. Ya escuché por ahí que Julieta y Cicerón tienen una historia “extrañamente romántica”, así lo mencionó López. Una forma horrible de construir una oración.

Me quedé a metros, esperando que alguien más llegara o que Palito se fuera. Pasadas las siete de la tarde se dirigió a otro bar que permanece abierto más horas. Se sentó en la vereda con una mujer, y me animé a acercarme: el callejón estaba lo bastante oscuro, la calle lo bastante ruidosa y él, lo bastante borracho.

Escuchaba despacio la voz de la mujer, porque un grupo de guitarreros cantaba mis canciones favoritas y eso complicaba la situación: “Hemos jurado amarnos hasta la muerte, y si los muertos aman, después de muertos amarnos más”.  Creí oírlo decir que tenía mucha plata y que podían viajar a donde quisieran. La mujer sonrió y le dijo que eso ya se lo había prometido y que no debía decirle lo mismo a todas porque las mujeres hablan entre sí. “Si son todas buenas amigas, vamos todos juntos” dijo Palito y no pude evitar sonreir por la ocurrencia.

Un muchacho alto se llevó a Palito a rastras del bar, estoy seguro que era Cuervo pero no pude observar demasiado para no levantar sospechas. La mujer con la conversaba se quedó sentada allí riéndose un poco y lamentándose otro poco. Joven y enamorada, no es que yo sepa mucho de eso pero se le notaba demasiado.

Aprovechando que el bar cerraba me acerqué cubriendome la cara con mi sombrero y ella no se alejo, lo que confirmó mi sospecha que estaba trabajando. Me dijo que era muy tarde y que yo me veía muy mayor, que la tarifa sería casi impagable. Miraba en sentido contrario de mi, miraba por donde se iba Palito. “No tengo la energía que una mujer como usted se merece pero, en mi soledad, estoy dispuesto a pagar por una simple conversación. Creo que los dos necesitamos compañía” Se desató una muy larga conversación en la que me contó sobre ella y sobre el vecindario hasta que llegamos a Palito. Como no podía ser de otra manera esa joven estaba perdidamente enamorada de mí sospechoso y entonces me contó una historia.

Palito está un poco triste porque tiene una amiga muy cercana a la que quiere como una hermana. “una hermana?” trate de incriminar. Si, una hermana. Quizás para un hombre mayor y tradicional que ha sido prófugo de amores, sea raro. “touche” le dije.

Ella continuó: Es una chica del teatro que llegó de pequeña al barrio. Al parecer se escapó de una casa de ricos. ¿Quién se escaparía de la riqueza, no? sonrió como alguien que no ignora que el dinero es, muchas veces un engaño. Ella venía a Buenos Aires con su padre y sus sirvientes, especialmente al puerto donde supongo que la gente rica tiene negocios. “Venía de donde… No sé, del interior supongo, pero no se bien nunca le saqué el acento”. Ella se escapaba y caminaba por la calle de la casa de Palito y un día lo vio jugando bolillas y se hicieron amigos. Así se veían de vez en cuando y ella le apostaba a él y perdía siempre, a propósito porque se daba cuenta que el su familia no tenía ni para comer. Entonces ahí se hicieron bien amigos y después parece que ella se escapó y se vino a vivir por acá, porque era la única zona que conocía y así el Palito, que sabía que a doña Mamá le gustaba recoger chicas solas, la llevó a ver si le daban un trabajo. “Que linda historia”. Si, lindo. Una vez le hice un lío porque pensé que él estaba bien enamorado o algo así y ahí me contó y entonces entendí. Y ahora entiendo porqué está triste porque ella se fué con un tipo que el dice que no sabe bien quién es.

Fingiendo desinterés le pregunté si llego a conocerla a ella y me dijo que si. Ella es amable conmigo cuando me ve y yo se que a ella no le gusta que Palito sea malo con las chicas o que las engatuse. A Veces voy al teatro, ella cantaba antes ahí y a mi me gusta porque siento que me representa en muchas cosas. Como esa vez que cantó un tango tan sentido que me hizo llorar… vestida de negro, sentada en una silla. Parecía que ella también iba a llorar “que mal me hace pensar que un día yo juré por vos respeto y lealtad. En cambio, me pagaste con traicion” cantó un rato disfrutando el recuerdo. !¿Le gusta la música a usted?” preguntó “Claro…”

El cielo que hasta recien era negro se azulaba y me di cuenta que era momento de volver a casa. De camino me sentí conmovido por la historia hasta que me recaté de mi sentimentalismo y recordé que investigó presuntos criminales.

Cuando llegué a casa Stella dormía en nuestra cama. O la que solía ser nuestra cama antes de que yo decidiera empezar a dormir en mi estudio. La mire por un rato y en mi mente sonaba la voz susurrada de la muchachita. “Cenizas quedan… de los dos…”

Extensión del expediente

Miguel Olave

Pablo Martínez – “Palito”

  • Edad: 28 años

  • Alias: Palito.

  • Nacionalidad: Argentino
  • Nacido en el barrio de La Boca.
  • Hijo de Marisa Rizzo y padre no identificado, el apellido se lo dio el segundo esposo de Rizzo, Julio Martinez a los 8 años de edad de Pablo, fallecido en 1965 en un accidente laboral. Pablo es el mayor de 7 hermanos.
  • Detenido en tres ocasiones por riñas en bares de La Boca y San Telmo; liberado en menos de 48 hs en todas las ocasiones.

  • El vínculo con “La jefa” tiene inicio en la infancia. Según la reconstrucción de investigaciones, Pablo y Julieta tienen un vínculo muy cercano y han estado involucrados en los proyectos juntos siempre.

  • Popular en la zona, fácil de rastrear. Según Vega, se encarga de cobros menores y traslados de dinero en efectivo.

CAPÍTULO 4: “HORROR, MUTILACIÓN Y AMISTAD: EL CUERVO”

25 de junio de 1959, Buenos Aires.

HORROR EN RECOLETA: ASESINATO CON RITOS SATÁNICOS

Conmoción y estupor en el tradicional barrio de la Recoleta, donde en la madrugada de ayer fue hallado sin vida Juan Carlos Maldonado, reconocido zapatero que atendía a familias de la alta sociedad porteña.

El cuerpo apareció en su domicilio de la calle Peña, con signos de extrema violencia: la víctima fue despellejada en circunstancias que los investigadores califican de “crueldad inusitada”.

En la escena del crimen se encontraron símbolos y dibujos trazados en el suelo, lo que abre la hipótesis de un ritual sectario con posibles connotaciones satánicas. Voceros policiales señalaron que “se trata de un caso fuera de lo común” y que aún no se registran detenidos ni pistas firmes.

Vecinos declararon que la familia Maldonado llevaba una vida reservada, aunque algunos mencionaron movimientos extraños en la vivienda días previos al crimen.

La Policía Federal continúa investigando el caso, que ya es considerado uno de los episodios más macabros del año en la ciudad de Buenos Aires.

Miguel Olave:

Sujeto: Ivan Maldonado

Alias conocidos: “Cuervo”

Identidad: 24 años

Luego de la muerte de su madre, ocurrido cuando Iván Maldonado tenía 11 años, el menor fue reubicado bajo tutela de un familiar directo. Su padre, Juan Carlos Maldonado, no presentó objeciones respecto de la reubicación de su único hijo.
Cinco años más tarde,
Juan Carlos Maldonado fue asesinado. Iván fue visto en el velorio y figura como heredero legal de los bienes de su padre.

Al día de la fecha, Iván Maldonado no ha reclamado la herencia, permaneciendo los bienes sin movimiento registral. La propiedad familiar fue finalmente transferida al Estado.

Anotaciones complementarias – Caso Iván Maldonado

En la época en que fue asesinado Juan Carlos Maldonado, padre de Iván, la prensa registraba un auge de supuestas “sectas”, a las cuales se atribuía la autoría de diversos crímenes. De los quince homicidios investigados ese mismo año, tres presentaban un perfil similar, aunque no existía conexión directa entre ellos.

Se desarrolla la hipótesis de que, en aquel período, organizaciones criminales habrían utilizado la figura de las sectas como cobertura para asesinatos vinculados a ajustes de cuentas. La escenificación grotesca de las escenas habría servido como estrategia de distracción para despistar a curiosos y desviar la atención de las autoridades.

En fecha 15 de Noviembre, se tomó contacto con un ex integrante de la Policía Federal que participó en la investigación original del caso Maldonado, cerrado hace más de diez años. Se evaluará la posibilidad de obtener información adicional.

20 de Noviembre, “Olazaval”, 1972

(Infiltración de Vega – Desgravación de llamada)

Informe de Testimonio – Fuente: “Carla” (identidad sin constatar, probable nombre laboral)

La testigo refiere a Iván Maldonado, alias “Cuervo”, como un individuo de carácter reservado, habitualmente vestido con prendas oscuras.

Señala que su presencia en la calle Olazábal es frecuente, aunque no en calidad de cliente, sino en función de protección a las trabajadoras del lugar. Manifiesta desconocer si actúa por cuenta propia o bajo órdenes de terceros, aunque sospecha que se trata de una iniciativa personal.

Indica, además, que Maldonado no exige comisiones a cambio de dicha protección y que rara vez establece conversación directa con las trabajadoras.

Agrega que Maldonado no parece mostrar gran interés en las mujeres, aunque se le atribuyen vínculos breves y esporádicos. Refiere haber visto en una oportunidad a una mujer joven recogerlo en un automóvil Ford color gris durante horas nocturnas.

La informante destacó también un rasgo particular: Maldonado acostumbra manipular cuchillos pequeños que porta escondidos entre sus prendas, acción que realiza con frecuencia mientras permanece en las inmediaciones.

La informante brindó esta información a cambio de dinero, manifestando cierto temor de quedar involucrada en situaciones de riesgo.

Diario de Olave


Me puse serio con la cuestión y, después de varios días de revolver papeles en la seccional 36, encontré una denuncia de un joven agente fechada en 1967. Es de los pocos registros policiales donde aparece mencionado el Teatro Latinaje, y relata un muy desafortunado episodio ocurrido en sus inmediaciones.

“Una mujer joven fue atacada por un hombre en la noche del sábado, y un sujeto identificado como Iván Maldonado salió en su defensa…”

Un hecho extraño si los hay, porque el agresor de la muchacha terminó sin lengua. Sin lengua. Qué cosa más espeluznante.

No esperaba toparme con este dato y, sinceramente, no sé qué hacer con él más que imaginar lo peor. Este Cuervo es un tipo raro. Silencioso, obsesionado con las armas blancas, con una vida marcada por la muerte: primero la de su madre, después el espantoso asesinato de su padre. Es difícil no pensar en que es un asesino, pero… no tengo pruebas suficientes para sustentar mi hipótesis. Los detalles del asesinato de tu padre no presentan ningun arma de fuego y esa es la conexión más estremecedora a la que llegan mis conjeturas. Matar a su propio padre? con 16 años? ¿por qué?

Me estoy volviendo un poco paranoico o todo esto empieza a tornarse grave?

Diario de Julieta 10 de Octubre de 1967.

Es de noche, tengo miedo. Pienso que estoy sola en el mundo y de repente un ángel aparece a mi rescate.

Un angel negro, un angel guerrero.

¿Acaso no es así como son los arcángeles de Dios? Armaduras y lanzas listos para un ataque. Con la luz de la calle que venía de un farol alto y que le pegaba en contra, apenas veía su cara. Su piel blanca brillaba y la sombra marcaba sus facciones. Podría jurar que era un ángel pintado por Caravaggio, uno de esos que la Iglesia no dudaría en mandar a destruir.

Así apareció Ivan. Que dulzura veo en él a pesar de que manchó de sangre el colchón de mi cama. Sangre de un maldito infeliz que siempre quiso lastimarme y casi lo logra. No lo vi venir, no puedo perdonarmelo.

Ya es muy tarde y la taquicardia no me va a permitir dormir; aún no me recupero. Nunca tuve tanto miedo. Creí que lo había matado. Y aunque—que Dios me perdone—pienso que ese desgraciado merecía morir; no lo hubiese soportado. Mamá no dejaba de decir que Luciano no era un buen chico: “sus ojos traen la rabia de quien desea controlarlo todo; vos sos un problema para él”, me decía. Yo siempre la escuché, pero no sabía cómo carajo sacármelo de encima.

Sí, le tuve miedo. ¡Y cómo no!, si últimamente lo único que hacía era intentar controlar todos los aspectos de mi vida: seguirme hasta casa aun cuando le decía que quería volver sola. No pensé que fuera para tanto. Aquella noche ya estaba harta y le dije que no quería verlo nunca más. Fue justo después de que se burlara de mí delante de sus amigos. Arrojé al piso el trago que me sirvió y salí para casa; eran como las once de la noche de un martes. Salió detrás mío, aún con ganas de burlarse, como si yo exagerara. Nada me molesta más que los idiotas que nos tildan de dramáticas mientras nos persiguen como locos de radioteatro.

No le dirigí más la palabra y eso fue encendiendo su ira, de a poco y cada vez más. A metros de la puerta que entra por el callejón del teatro —¡Dios mío, yo eligiendo el peor escenario, el más solitario!— me alcanzó y me tomó con fuerza del brazo, dejándome de frente a él. Yo no sé gritar, ¡no puedo! No es un talento mío. Solo lo insulté en un tono grave: “¡Que me suelte, antes de hacer un escándalo!” La situación se desmadró cuando con la otra mano me agarró del cuello. Tardé en darme cuenta de que Luciano, en ese momento, era capaz de hacerme mucho daño; entonces, con las uñas, empecé a rasguñarlo y a pegarle en el estómago. Me decía cosas horribles, cosas que no se pueden repetir; me fui dando cuenta de que me odiaba de verdad, que todo en mí le molestaba y que mamá tenía razón. Odiaba mi forma de vestir, de ser, de actuar; hasta mis amigos le sobraban.Estaba tan furiosa y tan frustrada que no advertí que no lograba que me soltara y empecé a sentirme mareada. Mientras me sacudía como un trapo, vi una sombra; no supe si era una alucinación.

En un santiamén, el infeliz de Luciano estaba de rodillas con las manos atrás, alguien lo tenía bien sujeto. Entre el hormigueo que me recorría el cuerpo y el mareo, no podía terminar de volver a mí misma y dudé si iba a poder mantenerme de pie. Hice un enorme esfuerzo por respirar y recuperarme. Luciano insultaba y amenazaba de muerte al tipo mientras seguía de rodillas frente a mí, sin poder levantar ver a quien lo atrapó. Todo era tan extraño: no parecía que hiciera un gran esfuerzo y, aun así, lo tenía inmovilizado. Con una mano le agarraba los brazos por la espalda y con la otra sostenía un cuchillo muy cerca de sus ojos. Esos ojos grandes me miraban fijo, como esperando que diera una indicación, que pidiera algo, yo estaba petrificada.Luciano me gritaba con un odio… y justo cuando pensé que iba a lograr juntar valor para golpearlo, solté una lágrima. No llegué a entender la rapidez con la que todo pasó. De golpe escuché el grito ahogado de Luciano. Ya no insultaba: ahora gritaba de una forma monstruosa, mientras su boca empezaba a llenarse de sangre.

Tomé de la mano a mi salvador y corrí hasta llegar a casa. Fueron los segundos más confusos de mi vida. Mientras abría la pequeña puerta, noté que alguien nos había visto.

Pasadas unas horas, como a las dos de la mañana, Iván solo me había dicho su nombre y yo estaba sentada en la mesa con un joven capaz de cortarle la lengua a otro. Aun así no sentía miedo, solo dudas.

Golpearon la puerta y me estremecí de nervios: era el policía que había visto en la esquina. Me hizo preguntas y yo le respondía entre llantos y un cigarro, convencida de que se llevaría a Iván. Pero era un novato, había visto exactamente cómo sucedieron las cosas. Conocía a Elena y me dijo que Luciano iba a estar bien, “quizás un poco mal hablado”, y se sonrió. Entonces supe que todo estaría bien.

Esa noche fue una sucesión de mucha, muchísima suerte.

13 de Octubre de 1967

Ya pasan tres días desde lo sucedido. No puedo dormir y tengo a un cuervo durmiendo en el piso de mi cuarto. Le pedí que se quedara porque Luciano tiene amigos igual de desgraciados que él y temo que aparezcan. No lo dudó ni por un segundo. ¿Estoy loca? Siento que es casi una gracia divina que él ahora forme parte de mi vida.

Mamá no dijo nada sobre Iván; incluso le dio de comer. Pero cuando vio mis manos todavía lastimadas por defenderme, lloró en silencio. Le pedí perdón y le prometí que nunca más voy a ignorar su intuición. Le expliqué que realmente no fue tanto tiempo el que sucedieron leste tipo de cosas, que más bien de un día al otro enloqueció. Mamá me conoce, sabe que no soy de soportar estupideces, es cierto que no lo vi venir.

Cuando entró Elena pensé que iba a tener que irme de la casa, que casi le había causado una amargura a su mamá y que ninguna de ellas se lo merecía.

—Te persigue la desgracia —me dijo Gloria, la madre de una amiga mía de la infancia, la que quedó bizca cuando, de chiquitas, nos metimos en la biblioteca de mi padre a buscar libros de magia y a una le cayó uno de punta en el ojo. No olvidaré cómo ese hombre me miraba desde la puerta… tanta desaprobación en sus ojos. De un sobresalto, Elena me sacó del recuerdo: me tomó la cara con sus dos manos y me dijo:
—Dios es grande, Él te cuida y te ha mandado un ángel.

Me abrazó dulcemente y conversamos largo rato, repasando los hechos. Se sintió triste porque le oculté los conflictos con Luciano, y luego lloró al escuchar la historia de la noche de terror. Y como si no tuviera nada que perder, le preguntó a Iván: ¿Sabés que pudiste ir preso por algo así?

i…” El primero sonrió de lado, se tomó un momento y salió de su silencio con una historia que terminó de calcinarnos el corazón.

Su padre mató a su madre. Él la vio morir cuando tenía apenas once años y después huyó. Una tía lo cuidó un tiempo, y cuando tuvo edad se fue solo por ahí. Contó muy brevemente las similitudes de su padre con Luciano y con el tipo de hombres que él odia. Hablo de un arquetipo como si les sacara la ficha de su naturaleza con solo escucharlos o verlos. Me queda claro que no es la primera vez que hace algo así por alguien como yo, que efectivamente es un ángel que Dios le pone estas situaciones en el camino.

Saltamos de la silla cuando la puerta retumbó con golpes enérgicos. Era Mariana, una de las chicas de Latinaje, que traía la noticia: Luciano estaba bien, pero no podría hablar por un buen tiempo… si es que alguna vez volvía a hacerlo. Su padre, furioso, lo había obligado a irse a la estancia de sus familiares en Pergamino a laburar, y en el barrio ya todos murmuraban lo que había pasado. Que alivio que se haya ido, no quiero volver a verlo nunca más. Cuando Palito y Cicerón se enteren de todo esto. ¡Qué quilombo!

No quiero que le teman a Iván. Mamá me miró fijo y, con esa calma suya que todo lo acomoda, respondió: Se quedará aquí, hasta que logremos que confíen en él.

CAPÍTULO 5: “CICERÓN EL VARÓN”

(14 de Octubre de 1967 - diario de julieta)

Nunca lo vi así a Cicerón, con esa cara de desilusión. Entró a casa, le dio un beso en la frente a mamá (igualito a como hace con la suya), agarró el mate, se apoyó en la mesada y me miró fijo. Cruzado de brazos, serio, suspirando fuerte… uff, me mató.

Marco es un hombre que amo. Lo amé desde el primer día y nos convertimos en familia. Con Pablo y con él me siento en familia, me siento bien, feliz, como que el mundo se arregla un poquito. Pero claro, ninguno de los dos me banca a ningún tipo. Palito empieza a putear al pobre que se me cruce y me rompe la paciencia. Y Cicerón… nada, no dice ni una palabra, pero con esos gestos me dice todo. Y yo me pregunto, ¿por qué no habla? ¿por qué no larga lo que piensa? A veces me agarra unas ganas tremendas de que se anime. Pero después pienso… ¿y si lo dice? ¿qué hago yo con eso?

De un solo golpe se abrió la puerta y entró como un huracán Palito. Tenía la cara desfigurada de la bronca… ¡un odio! Iván estaba tranquilo, sentado en una silla del comedor, apoyado contra el espaldar, muy serio. Pienso que el hecho de que no se haya ido, de que se quede ahí dispuesto a bancarse la intervención de todos, siendo el salvador, es una muestra de que busca algo. Quizás amigos… quizás ser parte de una familia.

Siempre que Pablo llega es lo mismo: gritos hasta que alguien lo calma. Estaba enajenado, sólo quería matar a Luciano. Y claro, todavía no confían en Iván.

Otra vez pasamos horas y horas repasando los hechos. Les contamos todo. Iván sólo hablaba si le preguntaban algo. Pablo se fastidiaba conmigo, que cómo se me ocurrió, que bla bla… Hasta le pidió a su primo, el Tanito, que se asegurara de que el infeliz de Luciano no estuviera más en el barrio. Por suerte no lo encontraron.

Marco fumaba más de lo normal. Al fin se animó y le preguntó a Iván:
—¿Cómo te dicen?
—Cuervo —respondió.

Salieron a fumar un cigarro a la vereda y no supe nada más. Pero de alguna manera eso me tranquilizó. Un rato después salió Palito.

Voy a pedirles que recibamos a Iván en nuestro grupo. Van a decir que sí. Y si no… los voy a convencer.

Expediente Miguel Olave “La banda de los 4”

Sujeto: Marco Perotti

Alias conocidos: “Cicerón”

Edad: 33 años

  • Figura como propietario de una pequeña fábrica de licores en Barracas heredada de su padre.
  • Vicente Perotti, su padre, arrestado en 1962 por lavado de dinero; cumplió 6 años de condena en Devoto. Falleció en 1969, un año después de salir, a causa de una enfermedad.
  • Marco mantiene bajo perfil, raramente se lo ve en bares.
  • López apunta a que maneja vínculos con el contrabando de alcohol y vehículos sustraídos. Sin pruebas.
  • La policía sospecha que en el galpón de la licorera se realizan reuniones, pero no existen pruebas para ingresar.

Investigación de campo por Patricio Vega, colaborador en la causa “La banda de los 4”.

Expediente – Marco “Cicerón” Perotti
Edad: 35 años

Antecedentes familiares

  • Hijo de inmigrantes italianos. Bautizado Marco por su madre y apodado “Cicerón” por su abuela, en alusión al filósofo romano, debido a su carácter persuasivo, gusto por la oratoria y afición a la poesía (según empleados de la fábrica).
  • Su padre, Juan Perotti, fue detenido y condenado tras descubrirse una estafa millonaria contra una entidad bancaria. Con el dinero obtenido construyó una pequeña fábrica de licores, registrada bajo el nombre “Cicerón El Varón”, en referencia al apodo de su hijo.
  • Tras la reciente muerte del padre, Marco heredó la fábrica junto a su madre, Vittoria (60).

Situación legal y comercial

  • La fábrica figura con todas las habilitaciones y obligaciones fiscales al día.
  • No existen sanciones administrativas ni observaciones que permitan establecer vínculos directos entre Marco Perotti y actividades criminales.
  • En los registros laborales y comerciales, la fábrica aparece en regla.

Sospechas policiales

  • Existen versiones que señalan a la fábrica como presunta fachada para operaciones de tráfico de alcohol y organización de reuniones clandestinas.
  • Pese a las sospechas, la policía carece de pruebas documentales o testimoniales que lo vinculen formalmente a dichas actividades.
  • No se registran ingresos de fuerzas de seguridad al establecimiento.

Observaciones

  • Conversaciones informales con empleados de la fábrica y de la tienda de licores: no se detectan referencias directas a vínculos criminales, más allá de la condena previa de su padre.
  • El ambiente laboral se describe como ameno y sin irregularidades visibles.

Residencia

  • Marco Perotti reside en una propiedad contigua a la fábrica de licores, junto a su madre, Vittoria (60), y su hermana menor, Francesca Perotti (18).


Vinculación con “La banda de los 4”

Marco conoció a Julieta cuando él tenía 23 y ella 20, el mismo día que conoció a Palito con 18. Según la información recopilada se conocieron en una carrera de caballos en el Hipódromo de Palermo donde tienen un extenso registro de apuestas.

A Michel Bonillo se la vio frecuentando la licorería en varias ocasiones sentándose a tomar el té junto a Vittoria Perotti lo que indica cercanía entre el círculo.  


Diario de Olave - 12 de Diciembre de 1972

Temprano por la mañana mientras leía el informe de Vega sobre Marco Perotti recibí una llamada de Lopez. Finalmente Julieta salió de la mansión Walsh. Se dirigió hasta la oficina postal de Ezeiza al lado del Ferrocarril Roca y se la vió ingresar. Lopez logró interceptar la carta. Mejor dicho las cartas.

Me llamó la atención que en el sobre había 3 cartas que redactó en distintos momentos y ahora decidió enviar ahora.

Querida amiga, hermana de mi alma:

Te escribo desde esta casona inmensa en la que vivo con Esteban.

Los días son tranquilos y silenciosos; Esteban trabaja de sol a sol y yo lo espero aquí bebiendo algún champagne muy caro y cuchicheando con Gloria, la mucama. Ahora soy como esas señoras que juramos no ser jamás.

A veces me pregunto si mi espíritu indómito logrará acallar las voces que aún me llaman a la vida desbordada que supe llevar. Por suerte te tengo a vos y a mis novelas. ¿Has leído Boquitas Pintadas?

Todavía me reprocho que no me detuvieras cuando te anuncié que me casaría, pero aquí estoy. Escribiéndote como un personaje parido de una novela de Jane Austin.

Esteban quería que fuéramos a Venecia de luna de miel, pero me da fiaca viajar tanto y me gusta mi país. Asi que fuimos a Mendoza. ¿Porque jamás se nos ocurrió recorrer el país juntas? Bebimos mucho vino e hicimos el amor como Dios manda.

Ya sé lo que te preguntás: si lo amo.

Creo que sí, porque él no me juzga, aun conociendo mi naturaleza.

Me dejo proteger, porque sé que eso lo hace sentirse necesario, aunque en el fondo presiente que es un papel que represento y se deja llevar.

Cuando lo observo a la distancia me parece un sueño: que un hombre así pueda tener tanta devoción por alguien como yo, quizás él también estaba aburrido de esta monotonía a la que me invitó y yo como una boba acepte. El no ignora que yo estaba buscando un escape. Trato de averiguar que buscaba el.

Se mantiene confiado y me deja ser, pero quisiera ver si mantiene ese perfil cuando empiece a salir de esta mansión para volver a encontrarte a vos y a las chicas del teatro.

Por ahora, descanso en la seda de estas sabanas.

Es indebido confesártelo. Pero sos mi hermana y por eso lo hago: pienso con frecuencia en Cicerón, se que lo sabes, y deseo que no le suceda nada malo. Hasta recé por él, me sentí una tonta.

Extraño su manera de mirarme en silencio, como si quisiera decirme lo que callaba. A veces cuando miro a Esteban su cara se desvanece lentamente y ahora es Marco, haciendo alguna cosa en alguna esquina de la casa. Pero vuelvo rápidamente de mi fantasía, porque de verdad. Ellos no se parecen en nada. Hermana ¿crees que no se amar? Yo creo que es eso.

Elena, te ruego que al responder no lo nombres ni me informes de su vida; intento dejarlo atrás y no soportaría enterarme ninguna cosa que me ponga triste.

Permitíme este esfuerzo, aunque sé que no me creés capaz de resistir siempre en esta quietud quizás te sorprenda.

¡Ahora te toca! Contame algo que me emocione ¿Te has enamorado desde que me fui?

¿Qué fue del pianista aquel que conociste?

A propósito: Esteban mandó colocar un piano en la sala, blanco, con detalles dorados, casi como si lo hubieran pintado con oro.

Se nota que es costoso.

Yo fingí estar encantada, y aunque quisiera que así fuera no hace más que recordarme esas tortuosas lecciones de piano que el amargado que se hacía llamar mi padre me obligaba a recibir. Igual lo toco. Ignora mi locura.

Te extraño cada día.

Escribime pronto, hermana querida.

Con todo mi cariño,

Tu hermana


Flaquita:

Te extraño mucho. Sabes que entre las pocas cosas que me traje de la casa estaban mis diarios.

Revisando encontré nuestros mensajes de chicas, nuestros dibujos. Tengo una carta que le escribiste al vecino que te gustaba y no me dejaste que se la entregara ¿por que no me lo permitiste? seguro escuchaste el rumor de que es un pintor reconocido en Europa. Imaginate! pudo haberte pintado hermosa cantando o desnuda jaja.

Leyendo mis diarios me pregunté qué hago aquí si mi vida era tan emocionante. Ah, ya recordé, estoy aquí porque logré que mi vida emocionante se vuelva peligrosa.

Por un momento pensé que sería emocionante estar tranquila y a salvo, pensé que haberme enamorado al fin resolvería mis deseos de ser lo que estoy destinada a ser.

Esteban cada día trabaja más y está abstraído en cosas “importantes” y últimamente me aburro mas y mas. Leo muchísimo y  aprendí a tocar mejor el piano y ahora estoy escribiendo… poemas, canciones, historias. La próxima vez te enviaré algo que haya escrito.

Algo cambió el otro día que pasaba el día en la piscina. Llegó a casa con personas importantes y yo disfrutaba del agua y Gloria había hecho un gran esfuerzo por poner el winco fuera para que escuchara un poco de Celia para darle vida a ese silencio. Esteban llegó y me vio con ese pequeño traje de baño jugando y cantando en el agua, feliz. Entonces me miró con tanta desaprobación que me sentí profundamente avergonzada, como si yo tuviera una maldita bola de cristal para saber que el viene con esos viejos amargados, que por cierto sonrieron al verme. Me sentí obligada a irme a la habitación.

Más tarde cuando entró le pregunté “esta es mi casa?” en un tono que jamás escuchó de mi. Primero jugó a no entender. “claro que es tu casa” me enfurecí tanto y le dije que si volvía a hacerme sentir de esa manera me iría y me dijo “soy una persona importante y mi mujer tiene que estar a la altura”. ¿Podes creer?

Hermana, ya no lo amo. O quizás lo amo, pero no quiero amarlo.

Necesito pensar.

De todas formas, no te preocupes, estaré bien. Te amo


Elena:

Hermana, los días han estado mucho mejor. Esteban me pidió disculpas por actuar de manera inadecuada aquel día. Y yo lo disculpe, aunque no creo que entienda bien qué es lo que le sucede, en cambio yo lo entiendo a la perfección.

Es ese estupido comportamiento de los hombres que se enamoran de una mujer que es libre, interesante, salvaje…  y resulta que después quieren que seas diferente. Que abandones toda tu naturaleza, la misma por la que supuestamente cayeron rendidos y todo lo que supieron halagar. Ya no es divertido, ahora tienen que matar ese fuego, encadenar al dragón, domar al león. ¿No crees que es verdaderamente retorcido?

Es un patrón, un molde. Un esquema al que casi todos responden. Me pregunto dónde están los hombres originales, con personalidad e ímpetu. Los hombres como Marco, no se… aveces creo que hasta el podría convertirse en un opresor, aunque jamas podria imaginarmelo juzgandome. Siempre sonríe cuando hago locuras, cuando me quito la ropa y me meto a la piscina de su casa. Cuando corto los vestidos que me cose mamá. ¿Crees que Ciceron me juzgaría si no me quisiera tanto?

Lo que voy a decir ahora, no condice en nada con todo lo que te dije anteriormente.

Voy a darle una oportunidad a Esteban…

Iré a visitarte pronto, lo prometo.


Aquí: “deseo que no le pase nada malo” es mi primer pista. Ya no tengo dudas de la participación de Marco en el robo del banco. “logré que mi vida emocionante se vuelva peligrosa.” Es la que confirma todas las sospechas. Es evidente, aunque no son pruebas, tengo a dos involucrados. No me quedaré con las cartas, las fotografiaré y las pondremos de nuevo en circulación para no levantar sospechas.

Obtuve lo que buscaba, si, pistas. Pero siento que obtuve un poco más que eso.

De repente me siento envuelto en una novela, sus palabras me atrapan. Me hacen pensar en todo lo que una mujer ve, siente y piensa. Mientras nosotros, los hombres, armamos el mundo, o esa es la mentira que nos han dicho. Y la que me digo cada vez que pienso en lo mucho que perdí por intentar ser un hombre importante, envuelto en la misma trampa que Esteban, en el mismo vicio.

Un hombre importante, si. Pero no el mejor hombre, ni un buen marido, mucho menos un gran padre y lo sé. Por eso las decisiones de Stella sobre buscar en otros lados lo que siempre escaseó, o el hecho de dedicarse a odiarme y hacérmelo saber a cada momento, me resulta justicia pura.

Mientras leo estas cartas puedo imaginarme a Stella frustrada llorando por las noches que jamás llegué, por las llamadas que jamás hice, las palabras que nunca le dije. Me atrevo a decir que hay una diferencia enorme entre la soledad de Julieta y la de Stella. Y es que Stella si me amaba, no como esta jovencita, que entre líneas deja claro que es temporal. Stella no tenía ni siquiera dónde ir. Julieta, sabe que cruza esa puerta y sale a conquistar el mundo, o por lo menos eso me hace creer.

Hace un tiempo pienso mucho sobre la posibilidad de pedirle disculpas a Stella, de agradecerle por todo. De escribirle una carta a Mateo, aunque para qué, lo mejor que le ha pasado es irse lejos a estudiar, a soñar. Gracias a Dios él aprendió todo de ella y no de mí, eso le da la oportunidad de ser un buen hombre.

Esta mañana, de camino a la oficina, me detuve en la iglesia y reparé en la cantidad de tiempo que no he entrado en una. A Stella le encantaba, íbamos los tres todos los domingos. Yo creía, o creo. No sé muy bien por qué. Imagino que porque así es como son las cosas en general, y por eso, me detuve y pedí. Pedí por Stella y por su felicidad, por su libertad.

Me estremece cuando siento en las palabras de Julieta, que Perotti es un hombre tal. Si así ha de ser, si este es un delincuente y yo un policía… ¿Quiénes son los hombres malos? ¿Y quienes son los buenos?

Pasada media hora de llegar a la oficina, llegaron estas cartas en las que me sumergí buscando pistas que me lleven a esclarecer mi caso. Y lo único que se esclarece son mis errores, no quiero caer en el romanticismo absurdo de la espiritualidad fantasiosa, pero si no fuera un hombre tan consciente, diría que Dios me respondió mostrándome el corazón de una mujer como nunca antes lo había contemplado.

No quiero adelantarme, pero presiento que Julieta pronto saldrá de esa mansión y podremos vigilarla de cerca. Para ver si de una vez por todas consigo ir dándole forma a esta situación.

CAPÍTULO 6: “MALA SUERTE”

Nada me hace más feliz que saber de ti.

Y cómo se te ocurre reprocharme no haberte detenido, si yo te conozco mejor que nadie. Nunca ha existido nada que te frene, y ese destino yo lo acepté desde la primera vez que nos miramos de frente y te quise como a una hermana. Te extraño muchísimo.

Acepté tu decisión porque aquella vez  que miraste a ese muchachito. No fue teatro, ni pose, ni de esas trampas tuyas: fue genuino. Admito que a pesar de aquello, no creí que él pudiera comprender un alma como la tuya, eso se le notaba a kilómetros. Y aquí estoy leyendote con el corazón hecho un nudo porque no puedo acompañarte en este dolor tuyo. Y yo sé que puedes y puedes con todo, pero quisiera estarte acariciando el cabello hasta verte dormir.

Mamá pregunta por vos y es tan divertido! se pone a gritar como una loca: “¡Que se vuelva pa’ la casa, que se vuelva ya!”. Y no puedo evitar reirme, pero siento igual.

Ahora dime, ¿de dónde sacaste el dinero que enviaste para pagar la deuda del teatro? Si fue de ese ricachón, bueno, vaya y pase. Pero si fueron tus ahorros, te juro por la Virgen que los entierro hasta que vuelvas. Que atrevimiento el tuyo irte por tanto tiempo de nuestro lado y antes que una carta mandar dinero, maldita!

Hablale al pobre Palito, hermana, hazme ese favor que ese hombre sufre. Es una bala perdida sin vos, anda bebiendo todo el día y me dicen que ha estado haciendo estupideces. Su madre todavía aparece con pan casero para ti, cada día se le olvidan más las cosas a la pobre, eso también lo tiene triste. Todos te extrañamos. Pero nadie te extraña como yo… bueno, quizás haya alguien más, pero de eso no voy a hablarte porque me lo has prohibido.

Dime, ¿cómo te rescato? Te pienso en esa casa enorme, rodeada de lujos, y me da por imaginarte llorando sola. Y sé que aunque fuera cierto, nunca me lo confesarías. Yo sí te confieso que a veces lloro en las noches, de pura falta tuya. Leer tus cartas me ha dado esperanza y por favor no te atrevas a molestarte conmigo por sentir que pronto vas a abandonar esa jaula de oro.

La cana anda merodeando, preguntando por vos. Yo les dije que se dejen de joder, que cuanto más quieran conocerte, más se van a obsesionar. Ya les solté que no eres más que una cantante de antros, que escribes versos raros y que estás medio loca.

Mi corazón y el tuyo están atados para siempre.

No dejes de escribirme. Pero un día, mujer, llámame… que necesito escuchar tu voz.

Te ama,

Tu flaca

20 de Diciembre de 1972

Notas de campo – Investigación a cargo de Fabricio López
Partido de Ezeiza – Localidad de Canning

  • Fecha / Hora: 20 de Diciembre de 1972, 16:30 hs
  • Sujeto observado: Julieta [alias “La Jefa”]

Hechos constatados:

  1. A las 14:00 aprox., Julieta abandona la mansión Walsh conduciendo un Ford Fairlane blanco, sin compañía.
  2. 14:18 Llega a la oficina postal de Ezeiza, donde permanece en el interior durante varios  minutos. El vehículo queda estacionado en la vía pública.
  3. 14:26 Mientras el automóvil se encuentra detenido, un hombre no identificado (camisa negra, pantalón marrón, 1,70 mts aprox, delgado) deposita un pequeño papel por la ventanilla, la cual permanecía levemente abierta. La acción resulta sospechosa. Se intentó aproximación al sujeto, pero se desistió de interceptar con el fin de no entorpecer la observación de los siguientes acontecimientos.
  4. 14:31 Julieta regresa al vehículo, lee el papel y manifiesta gesto de preocupación evidente. Inmediatamente realiza un paneo visual de la zona y arranca el automóvil en estado de nerviosismo. La secuencia no sugiere un intercambio de mensajes sino una advertencia mediante nota manuscrita. Por mi experiencia, sugiero que Julieta fue sorprendida por una posible noticia importante, o amenazada.
  5. 14:35 Tras avanzar unas dos cuadras, detiene la marcha frente a un teléfono público en una zona concurrida.
  6. Realiza un llamado telefónico a las 14:40 hs., de breve duración (no se logra precisar destinatario).
  7. Finalizado el llamado, retoma el vehículo y regresa a la mansión Walsh, donde ingresa a las 15:09 hs.
  8. 15:45 Al no observar movimiento fuera de la mansión regreso al teléfono más cercano. Comunicación con Olave. El informante 7 ya estableció comunicación con Olave , mensaje recibido. - Una mujer llama entre las 14:40 y 14:41 hs y dice “me persiguen, soy yo. Llamo en 20 o 25 sino, busquenme.” El emisor colgó. Dejamos un puente abierto con el local “Cicerón el varón” y se logró oir un ruido en el tubo seguido de “hola!” con voz de hombre.
  9. 15:55 Regreso a la mansión.

20 de Diciembre de 1972

Investigación de campo por Patricio Vega, colaborador en la causa “La banda de los 4”.

  • 14:44 hs Marco Perotti sale energéticamente de la licorería “Cicerón el varón” con particular prisa. Su madre sale hasta la puerta y lo observa irse con un gesto de intranquilidad y se dirige al teléfono del local. Voy tras Ciceron.
  • 15:00 hs. Bar “Don Tulio” Cicerón y Palito se encuentran juntos en “Don Tulio”. Apoyados en el mostrador justo al lado del teléfono.
  • 15:10 El teléfono suena, Ciceron contesta. No puedo ver sus caras.
  • 15:30 Palito y Cicerón siguen en “Don Tulio” no hay comportamiento irregular.
  • 16:45 Ambos siguen el “Don Tulio” llega el tercer integrante “Cuervo”. Los tres se sientan afuera y beben unas cervezas.
  • 20:00 hs Los 3 hombres se saludan y se van de “Don Tulio”. Sigo a Marco “Cicerón” hasta su casa.
  • 20:05 ingresa por la puerta de la Licorería. Cierra la persiana. Fin del movimiento.


Diario de Julieta

Sin decir ni hola esta tarde Esteban llegó y dijo “Me dijo Don Feliciano que saliste” me respondió. “Si fui a dejar una carta para mi hermana, ¿te molesta?” “No, pero me gustaría que me avises, que permitas que alguien te acompañe” y comenzó todo eso de que Y ahí arrancó con todo eso de “tenemos personal de seguridad, tenemos empleados que pueden llevar las cartas por vos también, bla, bla…”.

La falta del saludo, de un gesto, me molestó tanto que pude ver en él ese deseo de tenerme encerrada en esta casa como si fuera una luciérnaga atrapada en un frasco, contemplada hasta que se apaga. Así, con bronca, le solté:
—“¿También enviarías un empleado a visitar a mi madre por mí? Porque voy a ir a verla.”
—“No, pero alguien te llevará hasta allá… o también podríamos traerla para que nos visite.”

De inmediato dejé de contestar. Ya sé que es como caminar en círculos. Me paré y salí al balcón a fumar.

La luna está preciosa. Nunca vi una luna tan grande como la que se ve desde este balcón inmenso. El dinero compra también estas cosas. Esta vista tiene una belleza incalculable… o quizá calculable. Pero es triste.

Me pregunto cómo se sentirá un lugar así construido por mí misma. Creo que no podría ser tan grande; me recuerda a mi infancia: habitaciones enormes que hacen más evidente la soledad.

Cuando parece que lo tengo todo —protección, paz, amor, dinero— es cuando más ganas siento de correr a mi pequeña habitación, donde podrían encontrarme fácilmente.

No estoy segura de que deba tener esta conversación con Esteban. Él sabe de dónde vengo, sabe lo que sucedió, pero sospecho que ha empezado a perder aquello que sentí que lo hacía distinto. Esa empatía, esa conexión. Ahora vive ensimismado.

Sé que es grave lo que pasa porque nunca habíamos tenido que usar los protocolos que hace tanto tiempo creamos con los pibes. Sabíamos que Peter era capaz de buscar venganza y Cicerón lo dijo tantas veces. Sentí una profunda calidez cuando esta tarde escuché su voz, algo que no he podido sentir con nadie más.

Esteban no puede saber lo que sucedió hoy. Va a intentar hacer algo, me va a insistir en quedarme encerrada en este lugar… y yo no puedo más.

Diario de Julieta – 21 de diciembre de 1972

Yo era muy joven, pero Alonso Juarez vio algo en mí, lo sé. Sabía que necesitaba a alguien como yo: por mi educación, por mi capacidad de estrategia, porque podía servirle.

Al principio era tan ilusa que los admiraba. El Clan Juárez me parecía una familia perfecta, donde todo estaba en su sitio. Las únicas dos mujeres Juárez se veían, en mi opinión, expertas, sabias, con un aplomo que yo aún no tenía.

Recuerdo la primera vez que Alonso Juárez me preguntó qué pensaba sobre un asunto. Me explayé con entusiasmo, y comprendí enseguida que fue él quien le pidió a Peter que me reclutara. Yo lo tomé como la puerta a un futuro brillante.

Peter, en cambio, era distinto. El más joven, inmaduro, y ya corrompido. La distancia de edad con su hermano mayor —no menos de nueve años— lo hacía desentonar demasiado dentro de esa familia. Y yo lo veía. Traté de ser su amiga, pero con el tiempo todo cambió. Peter empezó a verme como competencia. Ya no me pedía que opinara, ni que pensara, sino que me empujaba a trabajos donde lo único que valía era mi atractivo físico. Mis tareas dejaron de ser estratégicas y se volvieron peligrosas: atraer, distraer, arriesgarme. Me convertí, a sus ojos, en un anzuelo y esos celos de él hacia mí me decían a gritos que él deseaba que me hicieran algo, algo de esas cosas horribles que algunos hombres están dispuestos a hacer.

Ahí entendí quién era de verdad. Y también entendí lo que yo no estaba dispuesta a ser, ni por mucho ni por muchísimo dinero. Mi retirada de la organización les molestó a todos, pero a Peter más que a nadie. Él siempre quiso borrarme de todos lados.

Paradójico: fue él quien me hizo creer en mi propio potencial. Y claro, si alguien con más poder, con apellido, parte de una organización importante, con contactos, decide limpiarme de los negocios… es porque algo teme. El problema es mi potencial. Y yo se lo mostré en su máximo esplendor aquel día.

Lo del banco no fue obra de los Juárez, fue un plan que yo misma había ideado y que Peter, con los estúpidos de sus amigos, pretendía ejecutar como si fuera suyo. Por supuesto que me enteré. Y sí, estuve mal. Debí controlar mi ira. Pero Palito decidió apoyarme y Cuervo, como siempre, estuvo a mi lado. Cicerón no lo aprobaba, pero jamás me dejaría sola.

Palito lo dijo claro: ese plan era mío, y debíamos hacerlo.

Nueve meses me llevó el estudio de cada paso. Nueve meses para que el nene bobo de una familia bien parada quisiera arrebatármelo. No creí que el resto de los Juárez fueran a bancar semejante estupidez de Peter. Pensé, muy mal de mi parte, que eran gente de negocios, que sabían reconocer los hechos como eran. Jamás pensé que, por culpa de su capricho, iba a tener a todo un clan en mi contra.

Diario de Olave – 21 de diciembre de 1972

Mientras Lopez me llamaba sobresaltado por lo sucedido con Julieta, me enteré que soltaron a Pedro Juárez y las cosas empezaron a cobrar sentido. Dicen que sus vínculos con militares y comisarios de la Federal lo blindan, que nadie se atreve a sostenerle una causa más de dos días. Corrupción de arriba para abajo, esa es la verdad.

Me siento consternado. No logro ordenar la cabeza. No sé si es rabia o desilusión, pero todo se mezcla. Es la misma podredumbre de siempre: negocios, favores, uniformes manchados. Y yo, un idiota escribiendo en este cuaderno, como si la tinta pudiera con los pactos que se hacen en la sombra.

Lo peor no es que Juárez esté libre; lo peor es que ese es, sin dudas, el motivo del miedo con el que se la vio actuar a Julieta. Sí, recibió una amenaza, de eso no tengo dudas. Necesito saber qué dice, descubrirlo. López me aseguró que la vio con un gesto de “miedo verdadero”, miedo que no sabe disfrazar.

Me pregunto si todo esto no es un juego mayor, donde yo también soy una pieza descartable. Si la banda, si ella, entienden mejor que yo cómo moverse entre estas aguas turbias.

No sabría explicar esta sensación, pero hay algo que se me está escapando y presiento que está justo delante de mis narices. Hasta hoy no la he visto, no la conozco realmente. No puedo imaginar esos gestos de los que me habla López. No me siento tranquilo estando lejos, por lo tanto emprenderé viaje hasta la zona de su residencia. Siento nervios: hay algo en ella que me impulsa a acercarme.

No he dado aviso policial de lo sucedido y le pedí a mis informantes que mantengamos esta información en privado. Me están poniendo a prueba. Voy a seguir el juego. La protección tendremos que brindarla entre nosotros y esos tres.

CAPÍTULO 7: “AUNQUE TE QUIERO, YO SÉ ABANDONAR”

Diario de Julieta - 8 de Febrero de 1973

AUNQUE TE QUIERO

YO SÉ ABANDONAR

Hice un juramento eterno conmigo misma: jamás dejarme apagar.

En los últimos tiempos todo se reduce a lo mismo: si voy, si vengo, si salgo, si visto esto o lo otro. Cuánto se enfureció cuando descubrí ese bar tan lindo donde me dejaron cantar, mientras él, como siempre, no estaba.

Él me quiere encerrada acá adentro.

¿Por qué el amor siempre termina volviéndose tirano?

Esteban se despertó tan temprano que parece una ilusión que haya estado durmiendo en esta misma cama. Recuerdo cuando le pedí que me despertara antes de irse para darle un beso. Quizás no lo necesita. Pero lo escuché despertarse, entonces me vestí para desayunar. El sol ni siquiera había terminado de salir y cuando sentí el impulso de confiarle todo esto que me sucede. Roberto trajo el teléfono. Por supuesto atendió, se paró y se fué.

Hoy lo quiero menos que nunca.

Me iré.

Patricio Vega Expediente

Llamada interceptada por la central telefónica a las 9:00 am, 8 de Febrero de 1973

Información entregada de inmediato.  

—Hola, jefe. Tenemos datos.
—¿Qué pasó?
—La pelinegra salió esta mañana con una valija de la mansión. Está esperando el tren rumbo a la Capital; anda sola. En la estación hay mucha gente.
—Esperenlá directamente en la estación de Constitución. Entre los dos le hacen una “puntadita”, nada más, solo un susto. No hagan mucho lío.
—¿Y cómo saben que no van a estar los amigos de ella? ¿Y que se va a bajar ahí?
—Porque tengo una bola de cristal pelotudo, hace lo que te digo. Por sus amigos no te preocupes, la yuta de aca me debe varios favores. Hoy les van a caer y vamos a ganar tiempo. Va a quedar desprotegida. No hagan boludeces manejensé con cuidado
—Copiado jefe.

Evaluación preliminar: llamada de alto riesgo operacional: confirma que la amenaza contra la persona observada no es aleatoria sino coordinada; existe además la grave mención de recursos dentro de la comisaría que facilitarían la acción. Requiere respuesta inmediata de vigilancia y protección.

Diario de Olave

Estamos entre la espada y la pared. De un lado, la policía, totalmente ligada al grupo criminal más antiguo de la zona: los Juárez. Del otro, cuatro delincuentes señalados como los presuntos responsables del robo a un banco. Y en el medio, yo.

Hace unos días, apenas conseguimos reunirnos con Vega y López —dada la demanda de nuestra presencia en distintos puntos— establecimos los siguientes pasos, y por supuesto, sellamos un pacto de silencio hasta saber de qué se trata todo esto. Le ruego a Dios no tener dentro de los míos un botón. Los dos han demostrado ser leales, casi como hermanos; jamás me han abandonado. Pero en este punto, a esta altura, todo es posible.

Lopez y yo pasamos la noche afuera de la mansión porque presentí que ella iba a irse. No solo las cartas, también las descripciones que obtuvieron los muchachos sobre la personalidad de quien conocimos como “la jefa”. Todos repiten un rasgo “impredecible”. Eso me llevó a pensar que en el momento de máximo peligro ella haría algo contrario a protegerse. Así fue. Sabíamos que corría peligro, fue una precaución que tomamos muy en serio. porque presentí que ella iba a irse. Apenas salió de la mansión, la siguió.

Lopez tenía la orden de volver inmediatamente a mi despacho para realizar llamados, o recibirlos si fuera necesario. Por su parte Vega pasó la noche afuera de “Cicerón el Varón” y tenía la orden de perseguirlos y observar sus movimientos.

Julieta subió al tren en la estación de Ezeiza con una maleta pequeña en la mano. Eran cerca de las 9 de la mañana y el andén estaba lleno de obreros que iban a trabajar a la Capital, mujeres con pañuelos en la cabeza llevando bolsas de compras, y algunos estudiantes con sus carpetas bajo el brazo. El aire olía a tabaco y a mate recién cebado, que alguno compartía antes de que arrancara la formación.

El vagón era de esos clásicos del Roca: asientos de madera gastados, ventanillas corredizas por donde se colaba el aire frío de la mañana, y el golpeteo metálico de las ruedas marcando un ritmo hipnótico. Un tipo de sombrero y sobretodo leía Crónica: “POLÍTICA EN GUERRA: ENTRE EL REGRESO DE PERÓN Y LA REPRESIÓN”. El tren traqueteaba fuerte, pero iba ligero. Los rápidos solían tardar unos cuarenta minutos hasta Constitución, aunque para Julieta eso parecía eterno.

Entre cada sacudida del vagón y los gritos de los vendedores ambulantes —pastillas de menta, figuritas, hasta medias de nylon—, parecía sentirse observada. Como si cualquiera de esos hombres de saco oscuro pudiera estar siguiéndola. Y así era, no estaba tan errada: el que la seguía era yo.

Miraba a mi alrededor, tratando de descifrar los rostros, pero no quería sacarle los ojos de encima a mi sospechosa. Cerca de las diez de la mañana, el tren empezó a frenar. Por la ventanilla se asomaba la mole inmensa de Constitución: colectivos echando humo, bocinazos, el bullicio de la ciudad que parecía tragarse todo.

El chirrido metálico anunció la detención. Julieta respiró hondo, abrazó la maleta contra el pecho y bajó al andén con la multitud. Yo avancé detrás, a los empujones. De pronto, un gordo salió de la nada y la embistió. Apenas tuve reflejos para agarrarla del saco y tirarla contra el piso para evitar cualquier daño que intentara el agresor.

No llegué a reaccionar más: como un lince, un hombre alto le metió una patada seca en el pecho al gordo que lo dejó planchado. Reconocí esa violencia elegante: era Cuervo. Unos metros más allá, distinguí la silueta de Cicerón. Entonces entendí: la tenían custodiada. Sin enderezarme, me metí entre la gente. Ella ya estaba a salvo… y yo invisible de nuevo.

Esperé en el puesto más cercano de diarios y observé que Perotti buscaba a su colaborador secreto… me buscaba con la mirada. Cuando me di cuenta de eso, vi a Patricio Vega parado al lado de Cicerón. Sentí un golpe en el estómago, una consternación profunda.

Julieta iba caminando entre ambos hombres. Miraba hacia atrás, hacia donde Cuervo y Palito corrían detrás de los agresores. Se detuvo apenas un segundo, se desanudó el pañuelo del cuello y, a lo lejos, alcancé a ver cómo descubría una herida.

Después, todos se perdieron en la multitud. Yo, sin demora, me dirigí a mi despacho. Allí me encontré con López, que terminó de aclarar mis dudas.

López, al recibir la llamada del informante en la central de telefonía, tuvo que actuar con rapidez. Sabía, igual que yo, que no podía pedir refuerzos policiales: la zona está totalmente controlada por los criminales. Decidió lo más sensato, alertar a los nuestros.

Se dirigió a toda velocidad al puesto de Vega a alertarlo. Vega cruzó hasta la casa de Marco “Cicerón” Perotti. López le dijo sin rodeos: “La están siguiendo”. No titubearon. Se subieron al coche y se lanzaron directo a Constitución. López se encargó de pasar el mensaje al resto.

Esperamos a Vega hasta pasadas las doce y media del mediodía. Cuando llegó, repasamos los hechos. Todo seguía confuso. “Los dejé en el hospital más cercano, nadie pidió explicaciones. Ella está bien”, dijo Vega. Perotti nunca alcanzó a ver a López, pero la identidad de Vega ya quedó vulnerada. De todos modos, se hizo lo correcto, aunque no haya sido “como deben ser las cosas”.

Reordenamos funciones: López tomó el lugar de Vega, y ahora Vega quedará a cargo de vigilar a los Juárez.

Cayendo la noche, mientras me preparaba para dejar el despacho tras un día largo y confuso, me acordé de revisar el buzón, algo que había olvidado por completo. Ahí encontré un telegrama. Tuvo que haber llegado temprano, a primera hora de la mañana. Decía simplemente:

“Constitución 9:20”.

El aviso estaba hecho.

Si tan solo lo hubiera visto a tiempo… alguien me advirtió. ¿Pero quién? ¿Fue ella? ¿Sabe que la sigo? No puede ser. Me estoy volviendo loco.

Ahora en mi oficina escribiendo, Stella me visitó, hoy llego tarde. Me dijo que por la mañana Rodriguez llamó y que sintió cierta urgencia. Le dejo el recado de que si tengo novedades lo llame. Le agradecí y ella esbozó una leve sonrisa. Quizás le sucedió algo bueno hoy, seguro mejor que lo que me sucede a mi.

Diario de Julieta – 16 de Febrero de 1973

Volver con la frente marchita… a caminar las calles de mi barrio. Mi ventana vieja da al callejón más escondido de Buenos Aires. Hay una oscuridad romántica en el olor a humedad y en las grietas de la pared que me recuerdan que brillar es solo por momentos. Que soy así. Soy esta luna sobre el adoquín, esta cortina maltrecha pero bordada de flores.

Me niego a la tristeza, aunque la siento. Sufro a Esteban, pero me niego a bajar la frente por el amor de un hombre que no sabe amar.

Salgo por la noche aunque mi vida esté en riesgo. Que nadie me juzgue por ser la primera en salir a caminar las calles de la locura. Ya habrá tiempo para los afectos. Ahora es tiempo de desbordes, del desahogo.

Al llegar de mi yireo el teléfono suena y suena y suena. El chillido es insoportable… Se elevan mis palpitos pero no fallo en mi decisión, no esta vez.

Niño confiado, demasiado confiado de pretender tenerme como un barquito delicado dentro de un frasco del que no puedo salir sin antes romperme. ¡Como si no supiera de dónde vengo! Qué audacia.

Yo se encontrar sexo, placer y muchas cosas mas, en cualquier hombre, cualquier madrugada. Me pregunto por qué los hombres que quieren aprisionar a una, piensan que sería tan difícil encontrar un buen clavo para sacar a otro.

Yo me niego al grito popular de lo que debemos ser las mujeres, yo soy pasión y oscuridad. Lágrimas y amor, llanto y canción.

Es hora de regresar con mis muchachos que saben que regresé y se que en mis andanzas, escondidos me cuidan. Ahora todo está listo para seguir, para planificar cómo vencer a esas lacras. Para olvidar a Esteban, para regresar a mi.

CAPÍTULO 8: “LA PUERTA CHUECA”

Diario de Olave - 28 de Febrero de 1973

El operativo que empezó hace ya tiempo, hoy es un extraño laberinto. Me pregunto a dónde me llevará todo este proceso. Temo que esta sea la ruina de mi labor, que todo lo que sucede me obligue a ahondar y encontrar más capas de confusión sobre la razón por la que persigo a esta mujer.

Si, hay vínculos con la delincuencia y sobrepasos de la ley. Pero no son tan graves como para que un magnate me contrate para seguirlos. No nadan en dinero, quizás roban, pero no más que varios chorros que conozco y que de igual manera podría estar atrapando. Como los Juárez por ejemplo! ¿Por qué el viejo Rodriguez no está tan interesado en ese clan si de igual manera estuvo involucrado, y por qué mierda no me lo pregunte antes?


Esta noche vi a Julieta regresar a esa vida de la que tanto escuche hablar y solo pude construir en expedientes y en mi imaginación.

No creo que venga al caso saber quien es el hombre con el que regresó a su casa tarde por la noche. Está claro que su salida de la mansión Walsh fue una explosion que la empujo con fuerza a una pulsión por la noche, el exceso. Quizás recordarse ella misma quien realmente era antes de “casarse”. A pesar de su diversión, la noté nostálgica. Por supuesto la seguí de cerca, dada la situación de peligro bajo la que se encuentra.


Ella se mueve sola por la noche, o eso pareciera. Pero mientras yo la vigilé, también vi a Ciceron junto a Cuervo, que de hecho, están siempre más cerca. Ella quizás finge que no estamos allí, o tal vez el mismo hecho de que sabe que estamos la hace moverse con la libertad con la que lo hace. Entra al bar, saluda a un hombre, le ofrece un trago, lo tiene bajo control. Pero no es él, lo descarta. Se mueve para otro lado, y hay otro. Le ofrece un trago más, se conocen bien. Me siento molesto, no comprendo si es por mi, si es porque veo como Ciceron simplemente mira hacia la nada mientras Cuervo la vigila, está claro que no desea ver a detalle lo que ella hace.

Luego de seguirla por el callejón hasta la extraña puerta del costado por la que entra a su “casa” si así podría llamarse. Se la ve rota, desgastada, casi abandonada. Es extraño lo que diré pero ese lugar se parece a ella, y ella para mi es hermosa, pero de una muy extraña manera. No es prolija, no le interesa. No responde al orden lógico, solo juega… juega todo el tiempo.

Para mi sorpresa aquel compañero con el que caminó en la madrugada, llegó hasta la puerta, con una clara decepción. Pero sospecho que eso es lo que hace que esté a sus pies. Ese límite, esa forma de ser que tiene ella, tan confusa, contradictoria. Por cierto, esa puerta, no lo había notado. Esta chueca y hasta una rata la abriría de un empujón. ¿Cómo se supone que sobreviva a la amenaza de Los Juarez? Quizás la vida le da igual…


Vega, Lopez y yo vigilamos. Ciceron, Palito y Cuervo vigilan… ya no se si hay bandos, no se que es lo que buscamos.



Expediente policial

28 de Febrero de 1973

La sospechosa Julieta se encuentra en un bar por la zona de Palermo a las 11 pm.

Julieta camina junto a un sujeto desconocido hacia las 1:00 am.


Julieta ingresa sola a su alojamiento en el costado del edificio del bar Latinaje.

1 de Marzo de 1973

Julieta sale a las 11:00 pm-


Julieta es vista entrando a la licorería “Cicerón el Varón” y encontrarse con los 3 sospechosos involucrados en la banda de los 4.


Después de su juerga se quedó todo el día dentro. La vi pasar un par de veces por la ventana. La luz de adentro es tan tenue que apenas se ve. Pasó el día y salió por la noche, sola, una vez más. Fue una tarde lluviosa, camino por los pasillos del barrio. Como buen Domingo de noche, la calle quedó desolada y ella se movió lentamente por esa soledad como si la disfrutara.

Cuando su encendedor cayó al suelo, volteo levemente para hacerme saber, que sabe que estoy allí. Ya somos como amigos, pero no me lo puedo permitir. Me fui, no muy lejos. La vi entrar a la fábrica, la esperaban tranquilos, contentos.

Ahora sí, es preciso entender cuál es el próximo movimiento para finalmente reconocer de qué se trata todo este circo.



Cicerón El Varón

La banda se reúne en la fábrica. Allí donde todos los planes se gestan. Cicerón es el primero en hablar.

— Creo que deberías dejar de andar deambulando por ahí.

Julieta, sin mirarlo a la cara y con una sonrisa cínica pita el cigarro y le responde:

—Lo haría si no estuviera segura de que están detrás mío. Déjenme divertirme, estuve encerrada muchos días.

Palito: Me encanta que nos tengas tanta fe, pero la posta es que los botones de Los Juárez tienen más gente y más armas y más apoyo que nadie en esta zona, no podemos cuidarte si no te dejas.

Julieta: ¡Pará hermano! acabo de llegar…

Palito está molesto y todavía le duele aquella huida, que según él, fue egoísta.

Palito: ¡sos una loca! te estuvimos esperando, me fumé que te vayas con un otario que no se quien es y casi te entierran un cuchillo…!  

— ¡Paren los dos che!... — Dice Marco. Siempre conciliador, siempre involucrándose en el momento en que ambos hermanos de la vida pierden la paciencia el uno con el otro.

 

Cicerón: Intentaron hacerte daño y no queremos que te pase nada. Solo te queremos cuidar.

 

Julieta fuma y mira a la nada. La invaden pensamientos y preguntas.

 ¿Por qué tanta bronca ah? Por que les estorba tanto a estos tipos una pibita inutil como yo, si no soy nadie, no tengo nada. Ni siquiera tengo una pistola que funcione bien. Por qué están tan enojados.

Cuervo sonríe de lado y dice — “porque los re cagamos…” —. Cruzan miradas de complicidad, ellos dos siempre se entienden porque les falta un tornillo a los dos. Ivan se preocupa, pero a diferencia de los demás, tiene ganas de que se acerquen para poder lastimarlos. Para vengar de alguna manera la herida que le causaron a ella al bajar del tren cuando regresaba.

 Julieta: La policía no va a encontrar la plata nunca. El detective que me sigue es capaz, pero su comportamiento es confuso. ¿Por qué me salvaron en el tren? Marco, hablaste con alguno?

Cicerón: Uno, si. Me avisó de la llamada. No lo volví a ver, a los demás no los vi. A veces veo el merodeo, pero no los vi bien.

Julieta: El detective está aquí afuera. Ya no se esconde, no le interesa. Y eso indica que, después del ataque, tiene dudas. Quizás empiece a entender que lo mandaron a caminar en círculos.

Palito: Fue un tipo importante en la policía, está retirado pero trabaja como privado. No sé para quién, pero supimos que investigaron más sobre vos que sobre todos nosotros. Lo contrataron para seguirte.

Julieta: Trabaja para Los Juárez y no lo sabe…

Cicerón bamboleó la cabeza, pensativo. No cree que trabaje para el clan Juárez porque de esa manera no hubiera acudido al rescate al enterarse del ataque.

Cicerón: No creo, tiene que haber alguien más. Responde a alguien. El capo de los Juarez no contrataría un detective para buscarte si puede mandar a uno de sus mil matones. Tampoco es el que te quiere ver mal, es el hijo bobo.

Los cuatro pasaron varias horas conversando. La noche se hizo madrugada entre teorías e intentos de conectar los hechos con alguna pista que los llevara más allá. Pasaron las copas y los cigarros y Julieta les contó de Esteban. Hablaron de amor, de sentimientos y de estrategias.

Justo antes de dar por finalizada la junta, Ciceron se le acercó a Julieta y le dijo.

— Quédate en casa. Dame la posibilidad de dormir tranquilo.

Ella lo miró. Esta vez suavizando la mirada, lo miró con amor y deseo.

— Me estás pidiendo que me quede con vos.

Y él como siempre, decidió no jugar su juego. Tragarse una vez más esas ganas de echar los años de amistad y negocios por la ventana. Prender fuego en un segundo lo que por años eligió no decir.

— Te estoy pidiendo que me dejes protegerte.

Echando un suspiro de resignación y sosteniendo la mirada en los ojos de Ciceron por unos segundos de profundo silencio. Se dio media vuelta y se fué.

CAPÍTULO 9: “AMANECE EN BUENOS AIRES”

Diario de Julieta - 29 de Marzo de 1973

Me siento muy feliz por Elena, que ahora está constantemente de viaje gracias a su éxito. Mamá a veces la acompaña, y yo me quedo a cargo del Latinaje.
Hoy estoy particularmente contenta. Me siento en paz —no sabría explicar por qué, ni entiendo del todo la razón. Los días han estado tranquilos, y estas últimas noches Cicerón, Palito y Cuervo me ayudaron con unos arreglos que quiero dejar listos antes de que mamá Michelle y Elena regresen de su viaje.

El bar ha cobrado popularidad; la gente habla de él como de un lugar digno de visitar. Todo lo que pasa en el escenario, su gente, los clientes de siempre y la gente nueva que llega cada vez más…
Qué sería de mí sin este lugar, sin mi amado Latinaje. Aquí me olvido de todo lo demás.

Y tal vez por eso, estos días no me he preocupado por si todavía hay alguien queriéndome cazar allá afuera.

Sé que no se atreverían a meterse acá dentro, porque la gente de acá me quiere.

Es gracioso, porque Cicerón notó algo que yo misma no había visto antes y me lo dijo así:
—Me resulta inquietante ver cómo ponés toda tu plata y tu amor en el bar, pero no hacés nada por arreglar el lugar donde vivís.

Lo dijo con una sonrisa que esta vez no supe bien qué significaba. No le respondí. No porque no quisiera… sino porque, sinceramente, no tengo respuesta para eso.

Creo que el Latinaje es mi verdadero hogar, y esa piecita chiquita y oscura que da al callejón solo sirve de abrigo para este cuerpo y listo. En realidad no lo sé.
Hace años que vivo en este teatrito. Recuerdo cuando dormía al lado de Elena, y cuando crecimos mamá me dejó mudarme al lado del callejón, justo donde toda la cañería se cruza y hace un lío, como un nudo. Esa zona estaba muy solitaria porque todos dicen que asustan, que hay fantasmas. Pero antes de instalarme hicimos lo adecuado. Mamá, renegando de mis decisiones, limpió no solo física sino que también energéticamente. Rezongaba que cómo se me ocurría irme a ese lado tan feo, pero pidió permiso a lo que fuera que habitara, hizo sus oraciones y finalmente me dejó quedarme. Elena, obvio, se quedó en el cuarto cerca de la cocina y lo convirtió en un dormitorio de princesa. Pintó los muebles viejos de blanco y hasta bordó con flores de jazmín los agujeritos que las polillas habían hecho en las cortinas.

Por más oscuro que sea este sector, acá también se escribieron grandes momentos. Ningún lugar es del todo gris cuando entra un poquito de sol por la ventana.
Por la mañana me preparo un mate y escribo, y siempre aparece Palito con un pedazo de pan caliente de la panadería del final del callejón. Esas son las cosas que me hacen sentir que no cambiaría nada de mi rincón.

Algo que acabo de notar mientras escribía… No extraño nada de aquella mansión inmensa, llena de lujos, en la que viví los últimos meses. Estar aquí siempre me ha sido suficiente.

Miguel Olave al teléfono.

Rodriguez: Miguelito querido! ¡Buen día! Estoy contento de que estés trabajando conmigo… que honor, che..

Olave está consternado. Stella lee el diario de hoy y levanta la mirada desde la otra habitación que se conecta por una puerta. Miguel la mira, ella percibe sus emociones sin siquiera cruzar palabra.

Olave: me alegro mucho, viejo… espero que esté sirviendo de algo, no siento que haya llegado a algo concreto. Pero espero pronto tener mejores noticias del paradero del dinero. Estamos entregados a la causa.

Rodriguez: Sé que así será, Miguelito, sos capo vos… Escuchame: vamos a jugar al poker esta noche, venite.

Claro que no puede negarse, no sólo es su cliente, sino que es de los hombres más poderosos de la capital porteña.

Olave: Por supuesto que ahí estaré.

Al cortar el teléfono, Stella se acercó y se sentó en el apoyabrazo del sillón que está frente al escritorio. Ella lo miró con compasión.

Stella: Paciencia, Miguel, no te delates. Estos tipos son jodidos y se bien que esta causa te tiene taciturno. Y no, no me molesta. Se que esa chiquita te llama la atención de cierta manera.

Miguel la mira atento, espera un ataque, como siempre, pero no hay ningún indicio de que eso vaya a suceder.

Stella: No me mires así, ya no quiero ser tu contrincante, estoy agotada. Siempre te voy a apoyar.

Olave, que hace tiempo atraviesa un proceso de transformación con respecto a la mente de las mujeres, se preguntó cuántas cosas habría resuelto mejor si tan solo hubiera sido más abierto con Stella. Si hubiese confiado en su criterio.

Miguel: Los casos en algún punto siempre nos marcan. A veces más, a veces menos, lo sabes.

Stella recordó muchas ocasiones en las que Miguel experimentó tristezas, frustraciones y hasta pesadillas debido a los casos.

Miguel: Este en particular tiene condimentos diferentes que me han llevado a preguntarme otro tipo de cosas. Sobre todo, ella me ayudó a entender más cosas sobre vos.

Fui un muy mal compañero. Te dejé sola tantas veces que no podría siquiera enumerarlas. Lamento todo lo que viviste a mi lado.

Stella: Hubo un momento en el que te amé más que a nada ni a nadie. Ahora somos otra cosa y ya no quiero dejar de vivir a causa de tus obsesiones. Quizás me debas hablar más de esa chiquita a ver si yo también entiendo mejor en lo que te metiste.

Sonrieron después de un largo tiempo. Se miraron con un cariño como hace mucho no sucedía.

Conversaron por unas horas y esa mañana, fue diferente para ellos dos.

Licorera Cicerón El Varón

La mañana parecía la de un verano de pleno diciembre. Estaba calurosa y húmeda. Cicerón se sentó mirando hacia afuera.

Vitoria Perotti apareció por atrás y le besó la cabeza acompañada de una caricia en la mejilla.

Mi amor…  

Él le sonrió. Marco y Vittoria son unidos. Ella siempre ha sido una mujer con gran entrega a sus hijos y a sus causas. Y por supuesto que conoce lo que habita en su corazón.

tu papá decía que el amor, es un negocio como cualquier otro: si no te animas a invertir, te podes perdés un negoción.

El silencio duró unos segundos entre ruidos de gente y camiones de carga.

Vittoria: El tiempo que ha pasado desde que se conocieron es mucho. Ella espera otra cosa de vos.

Las cosas que no se dicen, hijo, quedan en el éter. Son nada. El problema es que tus sentimientos son tan fuertes que se escuchan como un ruido tortuoso en el que no se diferencia ni una sola palabra de forma clara.

Marco: Ella siempre tiene el valor de increpar a todos, ¿por qué no me presiona?

Vittoria: Porque no lo considera justo tal vez… Ella no te encerró en esa trampa de silencio. Lo hiciste vos. ¿Porque pretendes que ella rompa tus cadenas?

Marco: ¿Romper el silencio o las cadenas y después qué? ¿Verla aburrirse de mi cómo se aburre de todo?

Vittoria: Hijo mío. Le tenés miedo a que te rompa el corazón, pero no te das cuenta que vivís con el corazón malherido.

Si algo malo pasa, no va a ser el final.

Los romances de Marco fueron importantes sobre todo en su adolescencia y juventud, antes de conocer a Julieta. A partir de allí, cada mujer que conoció, fue un bálsamo, pero ese cariño siempre se vio acosado por la existencia de ella.

Y como bien se sabe, algunas mujeres ven donde algunos no ven. Palpitan cosas que van a suceder o que están sucediendo. Claro está que los amores frustrados de Cicerón mucho tuvieron que ver con la presencia de Julieta en su vida.

Romaria acercó café para los patrones que conversaban. Por ese momento suspiraron ambos. Romaria se alejó.

Marco: Todavía me pregunto cómo hiciste para soportar que papá no esté más. Cómo dormís en la misma cama que durmieron juntos, cómo miras esa foto de los dos todas las noches.

Vittoria: La vida sigue y el dolor se aplaca. En cambio yo me pregunto cómo hacés vos para mirarla todos los, viva. Y reprimir todo eso que te provoca. ¿No pensaste en qué hubiera pasado si el otro día la lastimaban en serio?

Marco: Si, lo hice. Concluí que no soportaría que le pasara algo y mucho menos si estuviéramos juntos.

Vittoria: Te dolería aún peor… vivirías preguntándote que hubiese sido.

Cicerón se acongojó. Una angustia le subió por la garganta y con esfuerzo trató de disiparla. Romaria volvió a interrumpir para consultar sobre el almuerzo y Vittoria, consciente de la angustia de su hijo que casi le contagiaba a todo el barrio, dijo:

 Preparale la comida favorita de tu chiquito. ¡Dale! Malcrialo un poco.

Romaria miró a Marco, como su segunda madre. Le acarició la nuca con su mano izquierda y ladeo la cabeza junto con una mirada que es la de quien adora a un pequeño. Marco la miró y su sonrisa era enorme. La angustia se convirtió en cobijo y las lágrimas atoradas ahora eran de gratitud.

Marco y Vittoria se miraron y se rieron. Cambiaron el tema y esa mañana fue una mañana particular.

Cuervo, Tito y el Tanito en DON TULIO

Tulio: “¡Madonna santa! Tan temprano y ya mintiendo en el truco... ¡vayan a laburar, vagos!”

Los muchachos se ríen. Cuervo reparte la baraja con la sonrisa que lo caracteriza, que a veces da miedo y a veces contagia.

Palito: Pasa Tulio que el Tanito está cumpliendo 18. ¡Ahora capaz lo empezamos a tomar en serio!

Tulio: Mamma mia, pobre chico! Ahora si le llega la noche. ¡Corré pibe!

Cuervo: Que se agarre los pantalones.

Don Tulio sube la persiana del local y mientras se ríe. Los otros tres, se levantan a ayudar antes del partido venidero. Tulio los corre.

 Vayanse a jugar, ragazzi, que Tulio esta joven y fuerte todavía, me tratan como un viejo la pucha.

La mañana calurosa se tiñó de risas en la esquina de Don Tulio.

Elena y Mamá Michelle en Córdoba. Despertaron en un hotel acogedor y desayunan para recorrer la ciudad antes de que sea hora de alistarse para cantar. Mientras Elena unta manteca en un pan tostado, una mujer se acerca a pedirle un autógrafo.

Mamá sonríe con un orgullo que no le cabe en el pecho.

 Amén…

Contesta Elena luego del “Te deseo mucho éxito” de la mujer.

Esteban Walsh está sentado en la punta de una mesa grande. Lo rodean siete personas más que hablan una encima de la otra. Nuevas tecnologías de fabricación, nuevos métodos de venta y comercialización exterior.

Él mira por la enorme ventana del piso 4 de las oficinas frente al puerto. Mira la gente que pasa por la orilla y se imagina que ve a Julieta. Vuelve la vista hacia su mano, no se ha quitado el anillo. Armaría un cuchicheo que no está dispuesto a soportar.

Todos hablando del matrimonio fallido al que caminó ciego de capricho luego de que toda la elite se lo cuestionara. El no concibe como ella se fue dejando atrás tanto de lo que pudo disponer. Riquezas, lujos, paz, protección. Más lo atormenta que ella se fué con las manos vacías, dejando los diamantes, los vestidos y las perlas. Se fué totalmente insatisfecha.

“No me esperes”

La nota que lo bajó mil metros bajo tierra. Que le provoca un calor que le recorre desde las muñecas hasta los hombros de vergüenza cada vez que lo recuerda. Ella no contesta el teléfono, él sabe que no lo hará. Perdió.

Alonso Juarez, líder de Los Juarez, desayuna mate cocido en una taza importada inglesa en su casa del barrio de San Telmo que acaba de comprar. Lee el diario.

Alonso, a diferencia de los demás malevos de esta ciudad, no permite que le pongan ningún apodo, aunque la gente lo hace. No le gusta que le digan jefe, ni patrón. Prefiere Don Alonso. Peter se despertó y bajó a desayunar con 4 de los hermanos, la nueva mujer de Don Juarez y Estanislao, la mano derecha y abogado de su padre.

 Hasta que se dignó el fifí…

Dijo Don Juarez llevándose la taza de mate cocido a la boca y doblando el diario por la mitad para agarrarlo en una sola mano.

 Pa que me quejo yo, si te hice un inutil. Buen dia hijo.

Peter en el último año tuvo el peor desenvolvimiento como hombre y como criminal. Ha sumado problemas a la vida de su padre, que suficientes tiene a causa de su labor. Incluyendo el pleito con los 4 que desencadenó un sinfín de situaciones pendientes a resolver.

 Esta noche me junto con los señores, a ver cómo finalizamos la cagada de mis hijos, Estanislao.

Peter: Qué temprano para arrancar así, viejo…

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